¿Qué será de nuestros hijos?

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28 jun 2022 / 08:28 h - Actualizado: 28 jun 2022 / 08:32 h.
  • ¿Qué será de nuestros hijos?

Tiene el pintor Manuel Luna este precioso cuadro de un joven Ícaro cosiendo las plumas de las alas con las que va a volar.

La mitología cuenta que estando retenidos Dédalo y su hijo Ícaro en la isla de Creta por el rey Minos, Dédalo le propuso a su hijo fabricar alas para escapar. Enlazaron plumas entre sí, uniendo las centrales con hilo y las laterales con cera. Cuando al fin terminaron el trabajo, ambos consiguieron volar, pero Dédalo advirtió a su hijo de que no volase demasiado cerca del sol porque este derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y las inutilizaría. Pero cuando empezaron a volar, el muchacho comenzó a ascender y a ascender, tal era el gozo de su vuelo, acercándose al sol, que le pareció una meta propia de una ambición como la suya. Su calor, como le advirtió su padre, ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y estas se despegaron. Comenzó a perderlas en gran cantidad y por más que Ícaro agitó sus brazos, no quedaron suficientes para sostenerlo en el aire y cayó al mar, muriendo. Su padre lo lloró amargamente.

El cuadro de Manuel Luna me emociona muchísimo porque vemos al adolescente afanado en su tarea, desconocedor de su futuro adverso. Tengo un hijo de esa edad y lo veo cada día cosiendo sus plumas y le advierto de los soles que queman y de las aguas que ahogan. Y me acuerdo del Ícaro que fui y con cuánto denuedo me empeñé en crecer, salir al mundo y volar.

Volé sin quemarme, a media altura, subiendo unas veces, bajando otras, pero siempre contento de poder volar, surcando los aires, recorriendo millas. A media altura he recorrido infinidad de paisajes, he oteado el mundo y sus gentes y sus artes y sus cosas, he disfrutado de mi vuelo y he avanzado. Pero los adolescentes y los jóvenes siempre tienden a quemarse, quieren apurar cada aleteo, subir a lo más alto, caer en picado, por amor al riesgo, por su propia condición de jóvenes ícaros.

Este cuadro trata del deseo, de la esperanza, es un arco tensado con su flecha en calma, pero a punto de ser lanzada sin saber cuál sea su objetivo. Es ambición incontrolable, aspiración de independencia, ganas de placer y libertad.

Para mí, como padre, como Dédalo, es miedo, temor al futuro, inseguridad, impotencia. Pero también es emoción porque sé qué es volar, cuánto placer hay en el vuelo, cuántos paisajes a contemplar.

Por más que Dédalo avise, cada Ícaro tiene que ponerse a prueba y no hay quien lo detenga. Esos locos cerebros ambiciosos que los lanzan y los espolean, apenas pueden ser controlados. Avisamos, damos cultura, educación, nos ponemos como ejemplo, los amamos, y esperamos que no se quemen.

Qué belleza el abismo de ser humanos y volar.