Viéndolas venir

¿Quién se alegra del engaño?

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Álvaro Romero @aromerobernal1
09 sep 2021 / 06:36 h - Actualizado: 09 sep 2021 / 06:38 h.
"Viéndolas venir"
  • ¿Quién se alegra del engaño?

Un homosexual, uno entre muchos miles, nos acaba de engañar a todos denunciando falsamente una agresión. Ocurre en otros colectivos también, y me acuerdo de alguna denuncia falsa, también entre miles, de alguna supuesta mujer maltratada por su pareja. Creo que en todos esos casos los protagonistas no son conscientes ni un poco del daño tremendo que le hacen a un colectivo ya dañado de verdad, históricamente y ayer por la mañana. Estas falsas denuncias suponen el cero coma cero cero no sé cuántos de todas las que existen, pero existe un tipo de ciudadano, que habita entre nosotros, que se agarra siempre a la excepción, al aquí te pillo, a ese porcentaje ínfimo de defraude para darle la vuelta al calcetín y predicar contra todos y contra todo. Ese espécimen de ciudadano -por lo general más listo que nadie- parece alegrarse del engaño, regocijarse en un supuesto yo ya lo sabía, en un hipotético yo ya lo dije, en un ridículo no hay que precipitarse a condenar, como si en el fondo, lo más lógico del mundo fuera que la denuncia iba a ser inventada casi seguro tratándose de quienes se trataba. Ante esa media sonrisa de suficiencia, otros vamos a levantar la voz cada vez que sea necesario contra los débiles porque, y a la estadística me remito, lo más seguro es que cuando alguien denuncia un atropello, una injusticia, una barbarie es que lo haga con razón. Para las peregrinas excepciones, ya está la rectificación. De hecho, los investigadores del caso han sospechado de las versiones dadas y por eso han vuelto una y otra vez sobre el mismo, para terminar esclareciendo la verdad.

De modo que contra esa lógica perversa que algunos amasan frotándose las manos en casos como el de ayer hay que permanecer firmes con la otra lógica, la de que quien dice «¡ay!» es porque algo le duele con casi total seguridad -o al menos con la certeza que nos duele a las buenas personas- y para eso estamos los demás.

Engañar, insultar, robar e incluso matar es escalofriantemente fácil. Basta con hacerlo. Pero la humanidad no ha avanzado sobre la base de esa facilidad tenebrosa, sino sobre el derecho que tiene a ser defendido el supuesto engañado, insultado, robado o asesinado.

Es dolorosamente significativo que haya habido más reacción de chanza frente al engaño que condenando la supuesta agresión. Si fuera por esta corriente de listos que todo lo sabían ya, no solo hubiéramos terminado mucho antes con el caso que nos ocupa, sino con todas las agresiones verdaderas que se han producido ya –en el colectivo gay y en otros muchos- y con las que tengan que producirse en el futuro porque, total, ese cero como cero cero no sé cuántos de falsas denuncias que ellos subrayan con fluorescente demuestra absolutamente que siempre hay donde agarrarse para negar la realidad que no nos guste o no nos convenga.