«Quien se fue a Sevilla, perdió su silla» o el teléfono escacharrado

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13 may 2021 / 09:19 h - Actualizado: 13 may 2021 / 09:24 h.
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Es muy posible que el dicho «Quien se fue a Sevilla, perdió su silla» se originase después de ocurrir un hecho histórico protagonizado por Alonso de Fonseca (Arzobispo de Sevilla en tiempos de Enrique IV de Castilla ‘el Impotente’) y su sobrino.

En aquella época se le concedió el arzobispado de Santiago de Compostela al sobrino de Alonso de Fonseca. Ese arzobispado era un avispero y el orden público estaba alterado por completo. El joven sobrino creyó que no podría hacerse con el mando dadas las enormes dificultades y pidió a su tío que acudiera en su lugar hasta apaciguar los ánimos de los gallegos. Alonso de Fonseca accedió a la petición y viajó hasta las tierras gallegas.

Acabó con la revuelta de Fonseca y regresó para deshacer el trueque con su sobrino. Pero el joven dijo que no, que el arzobispado de Sevilla era cosa suya y que su tío podía quedarse con el de Santiago de Compostela. Tuvo que involucrarse el mismísimo Papa para deshacer el entuerto; más tarde el rey (menudo apodo le habían buscado al pobre Enrique IV); y tiempo después al verdugo que ahorcaba a alguno de los seguidores de aquel sobrino traidor a su tío.

Por tanto, y así lo dice Monláu en su libro «Las mil y una barbaridades» (Madrid, 1869), ‘el refrán debe decir que la ausencia perjudica, no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de ella’. Ya saben ustedes que las cosas cuando se van contando se van distorsionando.

Vivimos una realidad en la que manda el teléfono escacharrado. El teléfono se llama, ahora, redes sociales. El mensaje se va modificando a una velocidad de vértigo y los disparates, las mentiras y la manipulación llega a millones de personas que, lamentablemente, se tragan lo que les echan sin decir ni pío. Y el problema es que no tenemos a Enrique IV ‘el Impotente’ para que nos eche un cable (Felipe VI hace lo que buenamente puede en una época en la que ya nadie tiene demasiado poder si no controla mucho dinero y no puede hacer uso, por fortuna, de verdugos que le hagan el trabajo sucio) y el Papa tiene bastante con seguir adelante sin que le aplasten en el Vaticano como a una pequeña hormiga (ya saben que las cosas allí son tan oscuras como difíciles).

Estamos condenamos a pensar que la Sevilla de todos (el mundo entero) la dejamos atrás y que será complicado volver a ella y ocupar nuestro espacio si no hacemos un esfuerzo recuperando los valores perdidos y un poco, solo un poco , de cordura y criterio.