Desvariando

Química entre dictadores

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
23 nov 2019 / 09:41 h - Actualizado: 23 nov 2019 / 09:46 h.
"Desvariando"
  • Química entre dictadores

Ahora resulta que Franco y Fidel Castro se querían y admiraban. El dictador fascista español y el opresor comunista cubano tuvieron una especie de romance ideológico digno de Cuarto Milenio. Cuando murió el gallego, en 1975, Castro ordenó tres días de luto oficial en Cuba, pero en secreto. Claro, el comunista tenía que guardar las apariencias porque el Caudillo no solo había fusilado a miles de rojos, sino que quiso exterminar a toda una ideología, el comunismo, la de Castro. ¿O es que el cubano no era tan comunista y el español no era tan fascista, solo dos dictadores? Y es que los tiranos, y los dos lo fueron, se entienden bien entre ellos. De hecho, en cuanto que ahondas un poco en sus vidas descubres que tienen muchas cosas en común, problemas en la infancia, frustraciones debido a la pobreza o a defectos físicos, o traumas de variado plumaje.

Traído el tema a nuestros días, lo bien que se llevan Iglesias y Abascal. No es que se amen, pero tampoco se odian porque al fin y al cabo están en lo mismo, en el populismo antisistema y los dos quieren sustituir la democracia por otra cosa. ¿Creen que podrían llegar a pactar algún día? Ni lo duden, porque en realidad solo buscan poder como medio de llegar al lujo. Miren Pablo Iglesias el cortijo que se compró antes de ser torero, lo que no es normal. Y el otro, el de Vox, lleva casi toda su vida dedicado a la política. Lo mismo que Franco y Castro intercambiaban puros por mantecados de Estepa en plena Guerra Fría, en Navidad, a pesar del bloqueo comercial de los norteamericanos a Cuba, Abascal e Iglesias se mandarán mensajitos a media noche. “Tranqui, Santi, que tengo bien agarrado a Sánchez por las orejas”.

Si ponen atención de ahora en adelante, observarán que sus discursos son muy parecidos y que uno se quiere cargar el país, en general, Iglesias, y el otro la España de la Transición. Abascal quiere acabar con todo lo que nos ha dado progreso y bienestar social a los españoles, aunque no seamos perfectos, e Iglesias con la democracia. Quería el poder y en cuanto tocó algo de pelo colocó a su novia, Irene Montero, como su segunda en Podemos y ahora la quiere meter de ministra. Y para lograr el poder no le importa pactar e incluso gobernar con lo que él llamó “la casta corrupta”. Tiene todas las características del dictador y si llegara a ser el vicepresidente del nuevo Gobierno veríamos pronto cómo iba cambiar de manera radical con fastuosas campañas de difusión sobre sus logros. El culto a la persona, tan propio de dictadores.