Angostillo

Ratzinger, Palomino y el Corpus

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Isidro González IsidroGonzez
08 jun 2023 / 04:00 h - Actualizado: 08 jun 2023 / 04:00 h.
"Angostillo"
  • Ratzinger, Palomino y el Corpus

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Ni la meteorología ni otros asuntos accidentales deben hacernos perder la alegría y el fervor en la mañana del Corpus Christi, el día que celebramos a Dios hecho Eucaristía, no solo bajado a la tierra, sino llevado, además, por las mismas calles y plazas donde se desarrolla nuestra vida cotidiana. Acción de gracias, alabanza por tantos dones y bienes recibidos, petición por las necesidades y los necesitados del mundo, las parábolas, los discursos, los milagros, su Pasión y su Resurrección, todo gira alrededor del pequeño círculo de Pan blanco que contiene al Señor del universo.

Un gran entusiasta del Corpus Christi fue el teólogo y cardenal Joseph Ratzinger. En una de sus homilías hablaba sobre su sentido: “partiendo de esta alegría de que verdaderamente somo el «pueblo de Dios», de que Dios está tan cerca de nosotros que es imposible acercarse más, surgió en el siglo XIII la fiesta del Corpus, como un himno apropiado de agradecimiento por tal suceso”. Y siendo arzobispo de Munich, a finales de los años setenta del siglo XX, potenció la procesión convirtiéndola en una gran manifestación de fe en la céntrica Marienplatz de dicha ciudad. Ahí quedan sus escritos y sermones de entonces que le aportan luz y sustento doctrinal. En unos recuerda el Corpus en los años infantiles de su Baviera natal, “un día en el que entran en juego el cielo y la tierra”, especialmente las meditaciones “¿Qué significa Corpus Christi para mí?”, contenidas en su obra “La fiesta de la fe”. Aparece en ellas la alegría festiva del “atrévete cuanto puedas”, que toma de Santo Tomás de Aquino y se expresa en las alfombras de flores, los cantos, los estandartes, la música y los morteretes de su tierra bávara. Una jornada que existe “para suscitar en todos la acción de gracias y el recuerdo del Señor”, aún más, para “celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte, su triunfo”. En otro lugar añadía que “no hay contradicción entre las plegarias en el interior de la iglesia y la procesión del sacramento, que surgió de la liturgia de Semana Santa; ambas se funden en el día del Corpus Christi en un único testimonio festivo de la fuerza universal del amor salvador de Jesucristo”. Y en su predicación, como la del Corpus de 1978, recordaba que “la procesión del Corpus ya no es un mero ir hacia el Señor, acudir a la fiesta de la Eucaristía, sino que ahora es incluso una parte de esa celebración festiva, una dimensión del acontecimiento eucarístico. El Señor, que se ha convertido en pan nuestro, es así precisamente señal, es justamente así también nuestro camino, el que nos guía”.

Ratzinger, Palomino y el Corpus
Miguel Ángel García Osorno

Años después, al ser elegido papa Benedicto XVI, este caudal eucarístico quedó reflejado en sus homilías en esta festividad de los años 2005 a 2012. Búsquenlas, léanlas, y tendrán una magnífica catequesis sobre lo que celebramos hoy o el próximo domingo. Sus palabras no dejan motivo más que para el gozo y la gratitud hacia el Señor presente entre nosotros en la Eucaristía. Lo que nació el Jueves Santo vive entre nosotros y desemboca en los pobres. Cuando se cuestiona el mismo sentido de esta fiesta o flaquea la presencia de fieles en la misma -que sin embargo inflan en demasía otras manifestaciones religiosas-, cuando muchos, aún en el entorno de la Iglesia o de las hermandades y cofradías, dudan sobre la pertinencia o la presencia en ella, volver a leer a Ratzinger nos lleva con determinación hasta la fuente y al sentido de esta manifestación pública y festiva de alegría cristiana en la Resurrección de Jesús que es el Corpus Christi.

Ratzinger, Palomino y el Corpus
Manuel Palomino / Salazar Bajuelo

Y acercándonos a nuestra tierra, este será el primer jueves de Corpus en más de cuarenta años que el paso de la custodia de nuestra Catedral no haya tenido a su alrededor al gran cofrade que fue Manuel Palomino, tristemente fallecido hace tres meses y otro entusiasta del Corpus. Cuando esta procesión había tocado fondo a mediados de los años setenta y las hermandades comenzaban a hacerse cargo de su resurgir, por medio de otro gran cofrade, don José Sánchez Dubé, a la sazón presidente del Consejo, Palomino se hizo cargo del exorno floral de los pasos del Corpus, a excepción del Niño Jesús que siempre preparó la Sacramental. Aquel cometido, todo un reto, duró solamente unos años, quedándose luego con la responsabilidad de la custodia hasta el final de sus días.

Ratzinger, Palomino y el Corpus
Miguel Ángel García Osorno

Llegaron entonces con él los recuperados ramos cónicos rematados con espigas, los frisos semicirculares completos de claveles -porque lo importante que hay que adornar es lo que va por dentro, decía- cortados a trechos y rellenos con oloroso romero o las tradicionales y amarillentas magnolias que servía Parques y Jardines, con sus hojas brillantes y bien dispuestas, los haces de espigas doradas y uvas verdes en las esquinas de las andas y adornando las dos cornisas de plata de la custodia que enmarcan el cuerpo donde se aloja el Sacramento, para realzar su visión. Aquellas espigas que venían de la vega de Carmona y las uvas de Góngora de Villanueva del Ariscal -éstas junto con una caja de vino del Aljarafe que acababa en manos de Manuel, el viejo campanero de la Giralda-, siempre bien atadas con bellos lazos blancos, color de la Eucaristía, de la pureza y de la santidad.

Pero, sobre aquel trabajo en la soledad y el silencio de la noche de vísperas en la Catedral -que arraigó y ha dado fruto en un amplio número de continuadores hasta hoy-, predominaba el concepto de estar preparando, de estar exornado nada menos que el trono excelso para el mismo Jesús que anduvo por Galilea y que recorre por unas horas nuestras calles, así como los pasos que forman el hermoso cortejo que le precede con lo mejor de la Iglesia de Sevilla. Sobre la materialidad de las flores y el verde, sobrevolaba -tal era su honda formación religiosa, aunque a veces no se le notara a primera vista- el convencimiento de saberse mero instrumento para ayudar a elevar la mirada y el corazón de los fieles y escalar desde la belleza del exorno hasta la realidad esencial del Sacramento del Pan partido y del Amor de los amores que viene a nuestro encuentro. Define muy bien todo aquel ambiente, sin haberlo conocido, estas palabras del cardenal alemán: “Utiliza todo el esplendor de la belleza cuando quieras expresar la alegría de todas las alegrías. El amor es más fuerte que la muerte, Dios está en Jesucristo en medio de todos nosotros”.

Ratzinger, Palomino y el Corpus
Miguel Ángel García Osorno

Ratzinger era más de cerveza alemana y Manolo Palomino de tinto de Salazar o bodega Morales, pero a buen seguro compartirán hoy más de una copa en el cielo para celebrar esta fiesta grande. Tal como fueron en la tierra, ahora gozarán y disfrutarán allí arriba la eterna procesión del Corpus que tanto vivieron y anhelaron mientras estuvieron en este mundo. El uno con su sabia y docta palabra, el otro con el exorno de las flores justas y precisas. Dos formas de hablar a Dios y de hablar de Dios, que “resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos”.