Recursos

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04 mar 2016 / 22:52 h - Actualizado: 04 mar 2016 / 22:53 h.
"Economía"

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Observo mientras desayuno una obra de remodelación de la vía pública. En ella, y en virtud de los célebres planes de empleo, una multitud se afana en la realización de los trabajos en un reducido espacio físico. Entiendo que el objetivo es poder emplear a todas esas personas y que la actuación urbana es un mero fin para ello. Es decir, una vez dotados los fondos con el objetivo de emplear, en una medida de lo que llamaríamos «impulso» del sector público a la economía, los medios se concentran de manera unitaria en el objeto base (e importante por supuesto) de la generación de empleo, sin que se tenga en cuenta de una forma real, el valor añadido para los que costean la actuación, es decir, el sufrido contribuyente, que supongo también se podía haber tenido en cuenta.

Esta reflexión, sobre el empleo de los recursos del sector público, me lleva a otra en la distancia que existe entre esta forma de actuar, y la que se lleva a cabo en el sector privado, donde cada euro se trata de emplear de la forma más productiva posible, pues de no ser así, la ruina y la desolación llegarán más pronto que tarde. Existe aquí una conciencia muy contundente hacia una maximización de la utilidad de los recursos (esa célebre teoría de la utilidad marginal), y que contrasta con la que existe en las Administraciones, donde los objetivos y también la conciencia son muy distintas. Tan distintas, que se percibe una ligereza en el consumo o utilización de los recursos públicos existentes, siendo algo ajeno para los que se sirven de ellos para los diversos objetivos empleados, es decir nuestro famoso estado del bienestar, y más ajeno aún para los usuarios, que entienden a las administraciones como algo lejano y fuera de su círculo de influencia.

De esos polvos, vienen luego los lodos de corruptelas, malversaciones o prevaricaciones, pues poco cuidado hay con lo que no se entiende nuestro, y menos celo aún con lo de los demás, terminando la cuenta en el saco de la deuda pública (tan etérea) que pagaremos entre todos durante toda la vida, pero como no nos la quitan directamente de nuestra cuenta bancaria, pues pocos (o mejor dicho nadie) presta la menor atención.

Traigo todo esto a colación, ante una de las medidas que se encuentra en el pacto de gobierno entre socialistas y Ciudadanos, donde se propone la supresión de ciertas administraciones u organismos públicos, en una insólita medida reduccionista y que entiendo busca una mayor efectividad en esas cuentas públicas tan castigadas. Con independencia del escaso futuro a corto plazo del citado acuerdo, veo al menos una inquietud en la mejora de la utilización de los recursos que son de todos, lo cual es una importante novedad. Debemos tener muy presentes que el mantenimiento del estado de bienestar estará cada día más ligado a un manejo de los recursos públicos de una manera de máxima eficiencia, para que todas las facetas de ese bienestar se puedan mantener o incluso ampliar. En ese punto, al menos, las administraciones deben parecerse un poquito a las empresas, y por desgracia, veo a poca gente con experiencia empresarial en los efectivos que comparecen al Congreso. Presiento que alguno no vendría del todo mal.