La vida del revés

¿Representa ‘La isla de las tentaciones’ la dignidad de las personas?

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02 mar 2021 / 09:44 h - Actualizado: 02 mar 2021 / 10:01 h.
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Pues yo no veo el programa de televisión «Sálvame», ni «La isla de las tentaciones», ni «Socialité», ni nada que se le parezca. No veo esos programas salvo que alguien me llame desde el salón y me diga que no puedo perderme un espectáculo surrealista que se está produciendo en ese instante. Y es que nunca me parece ni surrealista, ni divertido, ni nada que no tenga que ver con la náusea.

En alguna ocasión he visto alguno de ellos. Pero me aburro y me provoca cierta inquietud participar de un espectáculo tan denigrante para las personas.

Este tipo de programas comenzaron siendo una galería de cotilleos bastante inofensiva. Las fotos de boda de fulanita, la casa maravillosa de menganito, un divorcio, las salidas nocturnas de una joven que era mala estudiante y que debería enmendar su actitud... Cosas por el estilo. Un coñazo aunque nada peligroso. Pero se han convertido en otra cosa. La evolución de estos programas ha sido terrible; del cotilleo ramplón se ha pasado a destrozar las vidas ajenas sin tener en cuenta las consecuencias y sin compasión alguna, se ha pasado a buscar lo más bajo y las miserias de las personas para airearlas y convertir en un infierno la existencia de los señalados. Un grupo de bobos (ganar dinero de este modo no te hace más listo) aparece en pantalla para decir sandeces un día, y al otro, y al otro; para hacerse millonario insultando, hablando mal de los demás, acabando con la dignidad de las personas incluida la suya. Fistocito se acostó con zutanito hace dos años; esta mujer está siendo infiel a este compañero (¡señalan a alguien que está en el plató! La dignidad perdida por unos euros).

Lo que más me impresiona es que estos programas se retroalimentan entre ellos, los del programa del fin de semana critican y les buscan las vueltas a los del que se emite de lunes a viernes, los de la mañana utilizan la mierda que han sacado los de la tarde para llenar media horita de programa hablando de lo que ya nos han contado. Pero, además, dentro de cada programa, los que participan se retroalimentan entre sí, no dudan en poner verdes a los compañeros, en hacer pública una información morbosa o repugnante que ponga contra la espada y la pared al que está en la silla de la derecha. Ya tenemos familias enteras discutiendo en la televisión para ganar unos eurillos. Ya vale todo.

Los periodistas que trabajan en estos programas (no lo son todos) y que se prestan a semejantes barbaridades están haciendo que el prestigio de la profesión más bonita del mundo deje de tener credibilidad, prestigio e importancia.

La televisión se ha convertido en un estercolero en el que unos se ponen los cuernos a otros sin pudor (si vas a un programa que va de eso precisamente, lo normal es que termines metido en problemas) en el que el insulto, el grito y la bajeza moral se han convertido en valores al alza, en el que un presentador se puede convertir en escritor o en actor o en pintor, sin saber hacer la o con un canuto.

La televisión es parte del reflejo de lo que somos. Solo parte. Porque (esta es la buena noticia) aunque cada cadena venda que son líderes de audiencias, que sus programas son reflejo de la vida misma (mentira absoluta) lo cierto es que estos programas tienen una presencia mucho menor de lo que parece. Somos casi 47 millones de personas viviendo en España. Y estos programas los ven 2 millones de personas si les va bien (este dato es una media calculada con las audiencias de la última semana y no es científico).

Pues eso, que yo no veo estas cosas.