Los medios y los días

Ricardo Bofill, Sevilla y mis batallitas

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16 ene 2022 / 04:00 h - Actualizado: 16 ene 2022 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • El arquitecto Ricard Bofill durante el acto de investidura como doctor 'honoris causa' por la Universidad Politécnica de Cataluña.
    El arquitecto Ricard Bofill durante el acto de investidura como doctor 'honoris causa' por la Universidad Politécnica de Cataluña.

Mis batallitas de hoy, por si a alguien les interesan, me las ha inspirado la muerte a los 82 años del arquitecto catalán Ricardo Bofill. Para que luego digan que los muertos no hablan, en este caso su muerte le ha hablado a mi cerebro y ha provocado que broten recuerdos de mediados de los años ochenta del siglo XX y principios de los noventa, cuando la pre-Expo y Expo de 1992. Hay que ver con la gente, que no hace más que morirse, no paran de irse a otro mundo conocidos y otras personas célebres, me va a pasar como a ese grupo de ancianos que estaba en una plaza de una pequeña ciudad de México en plan tertulia y se decían unos a otros que ya no había viejos en la ciudad sin percatarse de que los viejos de la ciudad eran ellos mismos o todo lo contrario, puede que estuvieran convencidos de que eso de la vejez no iba con ellos. Cuando servidor estudiaba Derecho, don José María de Cossío, catedrático de Derecho Civil, nos decía en clase que la muerte era una regla general pero que toda regla tenía su excepción y él esperaba ser la excepción de una regla tan indeseable. No lo fue, por el camino que vamos la excepción podría resultar la reina de Inglaterra.

En mi caso parece como si mi cerebro pensara lo mismo, que él pasa de la vejez y que eso y la muerte son cosas de los demás. No es así, se marchó la época de bautizos, bodas y comuniones de los amigos y ahora toca la de las campanadas a difunto, celebraciones de nietos y bodas de hijos propios y de terceros que animan tanto como deprimen, aunque en mi caso nunca debo descartar nada, ni siquiera una boda mía, ¿por qué no, si todo ha cambiado mucho y las mujeres están hoy hermosas a todas las edades y los varones también? ¡Alegría p’a er cuerpo! Polvo somos y en polvo nos convertiremos que hay que ver la de tumbas vacías que hay en el cementerio desde que decidimos quemarnos la mayoría tras el óbito, se supone, antes ya nos entrenamos en julio y agosto paseando por el puente de Triana o en Matalascañas, verbigracia. Vale, polvo somos, etc., pero, ¿y mientras tanto? A trabajar y a vivir que vaya lo triste que es la religión que me ha tocado, con su valle de lágrimas.

Ricardo Bofill ha dispersado su obra por cuarenta países. En Sevilla no ha hecho nada, que yo sepa, pero fue noticia con motivo de la Expo de 1992. Cuando lo anunciaron como comisario regio de la exposición, en 1984, se armó una buena entre ciertos círculos influyentes de la ciudad que influyeron a su vez en cierta prensa local -y al revés- en una campaña de rechazo contra el arquitecto. Los anunciantes fueron Luis Yáñez, presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Manuel del Valle, alcalde, y José Rodríguez de la Borbolla, vicepresidente de Andalucía. No veas la que se armó. Ni siquiera sirvieron las palabras que el propio Bofill pronunció en el citado año: “El urbanista catalán -decía El País- insistió en que, en caso de confirmarse su nombramiento, a él no le competería ninguna función representativa de la ciudad, ni el diseño del complejo ferial, ni la realización arquitectónica de los pabellones, «sino la tarea técnica de coordinar, gracias a mi experiencia, la relación y las negociaciones temáticas con los países participantes».

Nunca se confirmó su nombramiento. El presidente Felipe González se decidió por un antiguo profesor suyo de la Universidad de Sevilla nacido en Ceuta, Manuel Olivencia. Se acabó la polémica, ahora todo eran alabanzas. En un artículo titulado “La maldición del arquitecto Ricardo Bofill con Sevilla”, el enorme y entrañable periodista Manuel Jesús Florencio se expresa así, con motivo de su fallecimiento: “Fue rechazado como comisario de la Expo-92, no pudo ordenar las márgenes del río ni hacer el proyecto Marina de Sevilla y le tumbaron en la Cartuja un rascacielos cien metros más bajo que la torre Pelli”. Además, Florencio indica: “Hizo encargos en todo el mundo menos, si mal no recuerdo, en Sevilla, una ciudad convertida en maldita para él pese a haber declarado que «la adoraba, al igual que a Florencia». Lo de Bofill con Sevilla fue un amor platónico, nunca correspondido”.

“En cierta Sevilla -afirma Florencio- se desató una furibunda campaña en contra del nombramiento de Ricardo Bofill como comisario general de «su» Exposición Universal, con el exclusivo argumento de que se trataba de un catalán y de que en Cataluña jamás habrían nombrado a un andaluz como comisario de una Exposición en Barcelona ni como máximo responsable de los Juegos Olímpicos. Muchos años después, Luis Yáñez declaró que el nombramiento de Bofill se topó «con la Sevilla Eterna».

Pues entre la Sevilla Eterna y las rivalidades entre el PSOE (en la Junta) y el PA (en el Ayuntamiento) se fueron a hacer puñetas los proyectos que Bofill tenía para Sevilla y que le encargaban los mismos partidos citados: una torre mucho más baja que la de Pelli, Marina Sevilla y algunos más. Ah, ¿y mi batallita? Sería larga de contar pero la resumo así. Era yo por aquellos entonces corresponsal en Andalucía de La Vanguardia, de Barcelona y, por tanto, me tocó defender a Bofill ¡desde Sevilla! Total, que los detractores de Bofill metieron a este firmante que se ganaba la vida entonces como periodista en el talego de sus rechazos, rencores y odios y jugaron con mi pan y el de mi familia. No doy más detalles por respeto a los que intentaron joderme, hoy o están muertos o viejos, si es que no estaban viejos cuando creían sentirse vivos y jóvenes, a mediados de los años 80 del pasado siglo. Pero, mira, defendieron a su modo a Sevilla. Me pregunto dónde estarán sus herederos.