La vida del revés

Roca Rey o cómo jugarse la vida a lo tonto y a lo loco

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30 ago 2022 / 17:24 h - Actualizado: 30 ago 2022 / 17:58 h.
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  • Roca Rey o cómo jugarse la vida a lo tonto y a lo loco

El pasado 25 de agosto, el matador de toros Andrés Roca Rey se jugó la vida de una forma que va de lo absurdo a lo sensacional, de lo dramático a lo estúpido. El joven peruano decidió asumir el rol de figura del toreo como solo se puede asumir algo así; es decir, se puso delante de un toro haciendo que las posibilidades de morir se incrementasen mucho, se jugó la vida como si estuviera jugándose unas cañas a los chinos con un amigo.

Ya he dejado clara mi postura respecto a las corridas de toros y no volveré a insistir. Pero sí me quedo en el territorio del disparate que supone poner la vida en juego, de aplaudir que el riesgo sea extremo (el público que asiste a las corridas de toros es lo que hace), de la muerte como espectáculo.

¿Qué sentido tiene jugarse la vida por dinero? ¿Qué sentido tiene jugarse la vida para adquirir fama? ¿Qué sentido tiene jugarse la vida por el puro placer que causa (a algunos) correr un riesgo extremo?

¿Qué placer puede suponer para un observador comprobar que un loco se juega la vida por esto o aquello? ¿Es decente observar cómo alguien dispara una pistola apuntando a su sien sin saber si la bala estará colocada en un hueco u otro del tambor? ¿Es decente pagar una entrada para disfrutar viendo cómo un hombre quiere acabar con la vida de un animal que quiere acabar con la suya?

¿La cosa va de decencia, de locura, de pasión, de adrenalina, de arte...? ¿O es una cuestión de estupidez arcaica, de esa relación tan fea que el hombre siempre tuvo con la muerte?

Es curioso que, por ejemplo, la Dirección General de Tráfico insista en que no nos juguemos la vida al volante y, al mismo tiempo, en las plazas de toros y en las fiestas de los pueblos en los que sueltan animales bravos por las calles, se haga justo lo contrario a lo que se recomienda desde esa DGT. Es curioso e inexplicable que ensalcemos a un torero porque se juega la vida cada tarde y nos pongamos exquisitos si vemos un combate de boxeo. Nos podemos comer un centollo con enorme placer y sentirnos repugnados, a la vez, por la idea de comer un insecto como si fuera muy distinta la cosa; somos así y no podemos evitarlo.

Me parece que la vida de Andrés Roca Rey tiene un enorme valor y que no le hace mejor persona jugarse la vida de esa forma. Me parece un disparate inexplicable que cientos de personas aplaudan que un torero se coloque allí donde el toro se le puede echar a los lomos. Y veo innecesario que estas cosas sigan sucediendo en pleno siglo XXI.

Por cierto, lidiar es el arte de poder a un animal bravo, no es dejarse matar. Y desde esta idea tan simple debería entenderse la tauromaquia.