Habrá viento o habrá lluvia, pasarás calor o frío, sudarás o tendrás sueño, no podrás dormir tranquilo... Eso dice la letra de unas bellas sevillanas de Gines. Este año los romeros venidos de todos los puntos cardinales de la devoción rociera han padecido esas inclemencias e inconvenientes, pero, como siempre, sacaron la fuerza que les caracteriza y siguieron fieles a su deseo de estar, un año más, junto a la Blanca Paloma el día de su festividad. Lunes de Pentecostés que marca el motivo de todos los caminos.
Nada ni nadie podrá con este deseo colectivo de acudir a un lugar donde no sólo se cita lo devocional y la tradición, se cita la cultura de un pueblo que no está dispuesto a renunciar a ella por más que le pese a quien, de la noche a la mañana, crea que las revoluciones se hacen borrando arraigos y sentimientos profundos. Un lugar que debería ser ejemplo a seguir para nuestra vida diaria. Puertas de par en par. Solidaridad. Ayuda al que la necesita en el camino. Atención al visitante y amigos en la mesa. Compás, alegría y lo más importante, el deseo colectivo de ser feliz.
No importa la distancia, ni los argumentos en contra, ni siquiera la condición religiosa ni andaluza. Una fiesta donde todos tienen cabida sólo por la razón de estar. Así es esta romería. Enorme. Abierta. Diversa. Diferente. Cromática. Cósmica. La magia y la leyenda. Un sueño grandioso sin más obstáculos que nuestra propia voluntad. La voluntad de acudir y disfrutarla.