Rubén Darío

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05 feb 2016 / 23:14 h - Actualizado: 06 feb 2016 / 09:04 h.
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Hoy se cumple el centenario de la muerte de Rubén, aquel que ayer nomás decía: «El dueño fui de mi jardín de sueño, / lleno de rosas y de cisnes vagos». Su verso azul, sus cisnes, su año lírico para cantar las estaciones, sus trinos y sus pétalos iluminaron la lengua española con poesía brillante.

«La princesa está triste... / y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor», los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur, cuatro flores que trazan un mapa lírico con música propia, con su voz poética que resplandece desde Nicaragua y enciende la poesía europea.

La Asamblea Nacional de su país lo ha propuesto como héroe nacional, un héroe sin fusil, sin espada, sin misil, un héroe que con su voz, su pluma y su lirismo engrandece y honra a Nicaragua y al idioma español, un héroe que representa un cambio esencial en el concepto histórico y sangriento del héroe.

Rubén nos ha regalado el ave azul del sueño, las pálidas tardes, el aire suave de pausados giros, las islas de las rosas, el suave alentar de aura marina, los líricos cristales de tu reír, el perro fiel queredor, el feliz caballero que te adora sin verte, los cisnes, los labios que compendian la alegría del mundo: «Cuando mi pensamiento va hacia ti, se perfuma / tu mirar es tan dulce que se torna profundo».

En Palabras liminares escribió que cada palabra tiene un alma, algo que debería recordarse más que nunca en estos tiempos sin diálogo.

Quizás le toca a Rubén reiniciar el modernismo, volver con sus pétalos y liras a cambiar los símbolos para elegir al poeta como héroe y no al guerrero, llenar las aulas de poesía, humanidad y belleza, recuperar la fuerza de la palabra y el olor de la paz cotidiana.

Buen fin de semana y hasta el sábado que viene.