Correr no es de cobardes

Runners de postureo

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03 feb 2020 / 05:45 h - Actualizado: 03 feb 2020 / 05:45 h.
"Deportes","Correr no es de cobardes"
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No extrañado, pero sí asombrado e íntimamente dolido, leo con estupor sobre una trama de venta de EPO a deportistas populares, algunos de esos que corren los denominados 10K, medias y maratones, carreras de no sé cuántos kilómetros, globeros que hacen rutas de montaña, los que arrastran a la familia cada domingo, de prueba en prueba, para pasar el día con una medalla colgada.

La Eritropoyetina, esa sustancia que los enfermos de diálisis siempre tienen disponible por si es necesario su uso, es, desgraciadamente, una bien conocida en el sucio mundo del dopaje. Deportistas de élite, atletas de fondo, maratonianos, triatletas, ciclistas y demás, que han ido cayendo al ser descubiertos en los controles antidopaje, que arrastran la vergüenza que causan a los que aman el deporte limpio. Ex figuras del deporte, admiradas por los niños, que se acercan llenos de ilusión para conseguir un selfie, un dorsal firmado, una camiseta de su ídolo de pies de barro, de pies sucios, porque manchan el deporte y sólo merecen la mazmorra, en el sentido más medieval del término.

Los destinatarios, según leo, no son más, que los denominados populares, que gastan su dinero, y ponen su salud en peligro, para poder fardar de que han bajado de cuarenta minutos en diez mil, menuda ridiculez; para decir que han mejorado marca, que le han ganado a tal o cual, como si uno u otro fuera un corredor de esos que vemos volar en las grandes carreras.

Hasta donde llega el narcisismo, la estupidez humana, como para comprar sustancias extraídas, sin control ni garantías, pagadas con impuestos de los andaluces, robadas a pacientes en diálisis, esa terrible cárcel en la que mi padre vivió más de diecisiete años.

Tal es el desconocimiento, la ridiculez, que ha estado de moda tomar tres o cuatro iboprufenos de 600 miligramos, uno antes, y los demás durante la competición, para mitigar la fatiga y hacer marca, una sucia marca que pone en peligro su salud, que puede causarle un ictus, un problema cardíaco y dejarle el muerto a la familia.

Pero hay más que ensombrece parte del deporte popular, correr con el dorsal de otra persona para hacer marca, para permitir, a algún amigo, competir en uno de los grandes sin haber hecho la mínima. Subirse a las aceras para cortar, todo por el postureo de mejorar un tiempo, para poder decir que soy runner.

Sigo confiando en los corredores, esos que entrenan y se esfuerzan para disfrutar del deporte con mayúsculas, los limpios, los que tienen objetivos de mejora, que no hacen trampa, aquellos que aceptan el resultado al llegar a meta y siguen luchado hasta la próxima.

Cuarenta y ocho años de entrenamiento avalan mi estupor, y al mismo tiempo, mi confianza en el deporte limpio.