No me gusta este gobierno de coalición social-comunista con los apoyos que tendrá para hacerlo posible porque Sánchez no fue capaz de ganar las últimas elecciones de manera contundente. No me gusta nada el socialista y mucho menos Iglesias, porque son dos sujetos poco fiables, que hoy dicen una cosa y mañana otra distinta. Es más, no entiendo bien que hayan sido votados por más de diez millones de personas. Pero tampoco me gusta nada que espante tanto que vaya a haber un gobierno, ahora sí, de izquierdas, que ya iba tocando en un país con la derecha más canalla de Europa.
Quien gana unas elecciones tiene la posibilidad de formar un gobierno si encuentra los apoyos necesarios en el Parlamento, y Sánchez parece que por fin los va a encontrar porque ha cedido todo lo que le ha sido posible, como hubieran hecho Casado o Abascal. Por tanto, como ya parece que va a haber un gobierno de coalición, lo que tendría que pasar ahora es que les dejáramos gobernar para que lleven a cabo el programa que han pactado, que por cierto tiene puntos con los que estoy de acuerdo y que me gustan. Lo que hace falta es que cumplan, porque el aún presidente en funciones tiene el rostro tan duro que es capaz de hacer ahora todo lo contario de lo que consta en el programa.
Mantente mientras cobro, que decía un maestro albañil muy amigo mío cuando hacía una reforma. Es que en España es así. Todos los presidentes que ha habido, desde Suárez hasta Sánchez, siete en total, han hecho promesas electorales que luego no han cumplido y nunca ha pasado nada. Desde los ochocientos mil empleos de Felipe González que nunca se lograron, hasta la continúas promesas de Sánchez con lo de pactar o no pactar con populistas o independentistas. En España sale barato engañar a los ciudadanos, donde recompensamos a los políticos rastreros. Me engañas, te apoyo más todavía. Es una especie de extraño síndrome de Estocolmo al estilo ibérico.
Este nuevo gobierno puede ser una ruina para España –tiene toda la pinta, desde luego–, pero, ¿y si resulta que sale bien el invento de la coalición? Algunos hasta verían bien que un general con las ideas de Franco diera un golpe de Estado. Los mismos que no pensaron en eso cuando gobernaba la derecha y robaban a manos llenas. O en la época de Felipe González y Alfonso Guerra, que ya no era con las dos manos, sino con sacas como esas que utilizan en los polveros para la grava o la arena. Y no hace falta irse muy atrás en el tiempo, porque ahí está el caso de los ERE, quizá la mayor trama de corrupción de la democracia.
¿Qué hacemos, sacamos los tanques a la calle o aceptamos el juego democrático y dejamos que Sánchez gobierne con quien quiera? Lo segundo, ¿no? Es lo suyo, por mucho que nos espante.