Salvemos el Arte

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10 may 2020 / 10:00 h - Actualizado: 10 may 2020 / 10:01 h.
"Arte"
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En la soledad, en la lejanía, cuando estás triste o desorientado, y hasta en los momentos de euforia, la ventaja del Arte es que siempre está ahí para ofrecerte su compañía, para traerte de vuelta a casa, darle color a las mañanas y removerte por dentro.

El Arte puede ser bálsamo para las heridas, pero también azúcar con la que estimularte el ánimo. Refugio para la inseguridad o la angustia, y espacio donde desarrollar tus deseos. Y es que, como dijo el poeta Li Tai-Po, «El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas».

Tal vez no nos demos cuenta, pero el Arte forma parte de nuestro yo desde que comenzamos a respirar. E incluso antes. Ya en el vientre de nuestra madre, las vibraciones sonoras se convierten en la primera melodía con la que nos identificamos. El sonido de un corazón, la respiración suave o intensa, el movimiento de los músculos... son las primeras sinfonías que aprehendemos.

Cuán necesario es el Arte para los seres humanos. Incluso para aquellos que viven en la sombra, la enfermedad o el desasosiego. La lisonja de una pintura, un poema en clave de sol, la fragancia de una melodía, el resabio de una tragicomedia...

Si no hubiese existido Chopin lo habríamos tenido que inventar. El modo en que hermoseaba la música debería ser Patrimonio de la Humanidad. Igual que el genio de Monet, cuyos nenúfares parecen flotar eternamente en nuestro subconsciente; o el ritmo de Isadora Duncan; o la luz de Annie Leibovitz, o la magia de Shakespeare.

«Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma» (¡qué gran frase de Bernard Shaw!). Yo abogo por más Arte y menos espejos, como evidenciara Borges.

El Arte nos permite volar sin pasar por un aeropuerto; soñar sin cerrar los ojos; holgar sin salir de casa. Y pese a que reneguemos de él a menudo, de que le demos la espalda en aras del progreso y la economía, siempre estará ahí para acogernos, susurrarnos al oído y hacernos sentir mejor.

Salvemos el Arte. Luchemos porque su legado llegue a las futuras generaciones, incólume y vibrante, inusitado y apetecible, extraordinario y libre.

Y para ello, hemos de apoyar a quienes lo protegen, a quienes lo regeneran, a quienes lo imaginan y le dan vida: músicos, bailarines, escritores, fotógrafos, restauradores, arquitectos, escultores, diseñadores, cineastas, maquilladores, imagineros, técnicos de sonido y de luces, figurinistas, actores...

Salvemos el Arte. Alcemos la voz por su continuidad y la defensa de su memoria.

Pues, al preservarlo, estaremos asegurando nuestra cultura, nuestras raíces y nuestro futuro. En suma, nuestra supervivencia.