El presidente más despilfarrador que ha tenido España en democracia, con récord de ministerios y una desmedida afición al lujo, sale por televisión sin corbata para que ahorremos energía y el mismo día utiliza un helicóptero Super Puma para ir a poco más de veinte kilómetros de la Moncloa, Torrejón, quemando casi doscientos kilogramos de queroseno. Pero, claro, ayer no se hablaba de otra cosa. Bueno, sí, de Rosalía y su Despachá, que tienen loco al ministro de Cultura, el señor Iceta. Una cantante como la catalana, con ínfulas de flamenca, solo podía surgir en la España de un tipo como Sánchez, el tontolisto de la política española. Un tontolisto es quien se hace el tonto para desviar la atención sobre lo que no le interesa que se mueva mucho. Y en eso el presidente es un maestro. Tras perder su partido dos elecciones regionales de importancia, como las de Castilla y León y Andalucía –la paliza de Juanma Moreno a Espadas, su candidato, aún le duele–, y la condena de los EREs, con seis años de cárcel para José Antonio Griñán, no sabe qué inventarse para que los borregos cambien de prado. La genialidad de la corbata no se le ocurriría a él sino a alguno de sus cientos de asesores, porque en realidad, Sánchez es un hombre simple. Si se fijaron bien, cuando se dirigía al atril de Moncloa a decir la buena nueva, el chiste del día, lo de la nueva medida para ahorrar energía, mostró la clásica y anchurosa sonrisa del tontolisto. “Veréis la cara que pondrán los plumillas”, iba diciendo. Y se ha liado, claro. En realidad Sánchez lleva ya mucho tiempo ahorrando energía, porque, hombre de pocas luces, se suele rodear de personas con menos luces todavía que él. Es su manera de brillar. Nunca un presidente se atrevió a meter tanto forraje en el Gobierno de España, lumbreras como la ministra de Igualdad, Irene Montero, que se ha sacado de la manga una campaña publicitaria para que las gordas y las mutiladas por cáncer puedan ir a la playa sin complejos. Le llueven las denuncias, pero no es ese el problema, porque hay dinero para indemnizaciones, sino que, una vez más, nos toman por tontos desde el Gobierno. Y empiezo a no tener duda alguna de que lo somos. La España amuermada, ya saben.