Es evidente que la banda asesina ETA dejó de matar hace algún tiempo. Eso no se puede negar. Es tan cierto como que el alma de ETA sigue estando viva, sigue nutriendo de odio a grupos de personas que solo entienden la vida desde el lado oscuro, violento y criminal. Es tan cierto como que algunas personas son señaladas y amenazadas por pensar de forma distinta. Una de esas personas es Santiago Abascal. Personalmente creo que Santiago Abascal es un político mediocre, que su discurso es peligroso y que le queda poco tiempo en la primera línea de la política española, pero me parece indecente que se le amenace con un tiro en la nuca. Resulta vomitivo tener que convivir en el mismo país con gentuza de esa calaña. Por cierto, ya pasó en Barcelona y aparecieron pintadas explícitas con eso del tiro en la nuca. El caso es que ni Santiago Abascal ni nadie se merecen un tiro en la nuca.

Si usted vive en Bilbao o San Sebastián o en cualquier pueblo del País Vasco, si usted ha visitado Bilbao durante la Semana Grande (es sólo un ejemplo), habrá observado que existen grupos que parecen estar enfrentados al resto del mundo, todo lo traducen a terruño, a la independencia y al ADN exclusivo de los vascos. Es ridículo, sí, pero es lo que hay. ETA sigue estando presente digan lo que digan algunos y, siendo verdad que ya no se cometen atentados terroristas, se siente su presencia, genera miedo y se percibe cómo la sociedad vasca suele mirar a otro lado si ETA se deja ver.
Ha aparecido un cartel que representa a Santiago Abascal con sangre en la nuca, como si le hubieran disparado un tiro en la nuca. Es de un grupo alternativo que invita a un concierto. Y eso es sencillamente repugnante. Hay quien dice que los que hacen esas cosas son grupos muy reducidos de jóvenes radicales que llaman la atención de este modo. A mí, francamente, me parecen unos patanes que no han aprendido nada de lo que ha ocurrido durante decenas de años, sujetos que hacen del odio su motor de vida y que no saben lo que significa convivir y ser tolerante. Según la RAE, un gilipollas es aquel ‘que es excesivamente tonto, estúpido o lelo’. Yo diría que estos radicales son, sobre todo, gilipollas y, sobre todo, por lo de la estupidez. Se creen muy listos y muy valientes y, sin embargo, demuestran con cada amenaza y con cada contenedor incendiado que su ignorancia les lleva a querer un mundo muy pequeñito y muy prescindible. Son provincianos disfrazados de héroes postmodernos.
En El Correo de Andalucía somos libres y podemos decir todo esto del mismo modo que hace unos días se decía que no se puede llamar hijo de puta a media España aunque seas un cantante popular; lo podemos decir y estamos obligados a hacerlo porque no se puede consentir que las cosas lleguen a los extremos que se está llegando. Y no hay peros que valgan, ni excusas. Si el discurso de Vox le parece a alguien nocivo, odioso, retorcido o mentiroso, lo que tiene que hacer es no votar a ese partido. Eso es todo. No hay espacio para la violencia. Punto.
Hay que parar ya y de una vez por todas. No se puede amenazar de muerte a nadie (ni de muerte ni de nada), no se puede estar perpetuamente en la trinchera, no se puede estar consumiendo bulos en los grupos de WhatsApp como si fueran verdades absolutas, no se puede insultar en nombre de la libertad de expresión. Si no paramos llegaremos a vivir situaciones indeseables y peligrosas. Más pronto que tarde.