Seguro contra la tiranía

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24 oct 2021 / 04:00 h - Actualizado: 24 oct 2021 / 04:00 h.
"Tribuna"
  • Seguro contra la tiranía

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Ninguna aseguradora contempla este seguro en sus pólizas. Sólo la gente, el pueblo, la Sociedad, podrá constituirlo. Llueve en un mes todo lo que no ha llovido en un año, cae en un día más que un mes, la calor dura hasta septiembre, pero el tiempo “no está cambiando”. Lo mantienen jefes de Estado y miembros de ciertos partidos a su lado y azulados, demasiado comprometidos con los amos del Planeta: la tiranía de este mundo que abandonó el liberalismo hace tanto tiempo como impuso el capitalismo salvaje y depredador. El capitalismo que saca dinero «de debajo de las piedras» y ahora, también, de debajo de las raíces de los árboles, de debajo del hielo. El capitalismo salvaje que deforesta y acaba con la vida primitiva, el que busca petróleo hasta en el Ártico, aunque necesite perforarlo y acelerar el deshielo aunque el deshielo acabe con la mayoría de las costas, incapaces de comprender que las energías limpias son inagotables. ¿Qué vais a hacer cuando no podáis ir a ser sobados en vuestras islas paradisíacas, porque no existan? ¿A quién venderéis en una sociedad hambrienta, cuando vuestras hordas hayan destruido los campos, desecado los ríos, aumentado el nivel de los mares y océanos? Vuestras hordas destruyen bosques, disminuyen oxígeno, agrandan el agujero de ozono. Vuestras hordas son físicas: máquinas y personas para espantar o aniquilar poblados y destruir selvas. Vuestras hordas traen inundaciones, frío, pérdida de cultivos y falta de espacio cultivable. ¿Dónde vais a cultivar, si acabáis con el agua? ¿Qué vais a hacer, cuando la falta de árboles y de oxígeno dificulte la vida animal y humana? No os importa. ¿Tendréis oxígeno artificial en vuestros palacios? ¿Cultivaréis en satélites artificiales? ¿Cómo? ¿Movidos por la energía que estáis agotando?

Creéis que las ramas de los árboles arrancadas por el viento de vuestra prepotencia no serán capaces de hundir el blindaje de vuestros coches. Y, si alguno os amenazara, os veréis seguros tras el desgraciado guardaespaldas, que se inmolaría para ahorraros el golpe. Creéis que los troncos de los árboles arrancados por vuestro egoísmo y avaricia no os golpearán nunca, y que las aguas no podrán llegar al nivel de vuestra ceguera egoísta. Pensáis que vuestros chiringuitos son demasiado sólidos para ser destruidos por las inundaciones. Os creéis libres. No queréis ver que habéis puesto en marcha una bola de nieve, que gana diámetro y velocidad, y pronto será imparable.

¿Creéis estar libres? ¿Qué vuestro dinero detendrá la subida de las aguas? No habrá muro de contención capaz, aunque lo construyerais con todos vuestros billetes, monedas y deudas, de las que, por cierto, no os querréis separar y de las que tampoco podréis disfrutar cuando vuestra obra empiece a consumarse. Sí. Creéis que podréis estar libres cuando eso suceda; o que no va a llegar mientras estéis vivos. Porque vuestros hijos os importan tan poco como los nuestros: nada. Ya sucede cuando acumuláis más dinero en vuestras manos, programando un nuevo ciclo económico al que llamáis «crisis», o demostráis tan inexistente inteligencia real, al negaros a comprender que se necesita dinero para comprar vuestros productos, que sólo se produce y se percibe con el trabajo que nos negáis.

Vuestra superioridad económica os hace creer libres de las consecuencias de vuestro alto nivel depredador. O, peor aún, sois conscientes del mal que estáis causando, pero confiáis que no os alcancen esas consecuencias, porque el cambio es lento. Doble inmoralidad porque estáis confirmando lo poco que os preocupa, mejor dicho, lo nula preocupación por vuestra propia descendencia. Con vuestra pulserita rojigualda y vuestra Misa diaria o semanal, estáis dando el testimonio contrario, porque ni os importa esa España que decís defender ni esa religión que decís practicar.