Ayer se cumplieron seis años sin el cantaor morisco José Menese. Moriscos son los nacidos en La Puebla de Cazalla, la popular localidad de la campiña sevillana, donde el cante jondo es una religión. Ayer mismo empecé a leer un estupendo libro de Carmen Arjona Pabón sobre el también morisco Pepe el Cachas, que nos dejó igualmente. Y leyendo este libro, una joya, recordé cómo conocí a Menese y mi relación con él, un tanto tormentosa pero también cariñosa y de respeto mutuo. Soy un enamorado de este pueblo, al que he ido casi más que al mío. Últimamente voy menos porque, si quieren que les sea sincero, casi no le importa a nadie y solo voy ya a lugares donde sé que soy querido. Iba mucho cuando vivía allí Menese, en la carretera de Marchena, y, sobre todo, cuando estaba abierto el bar más flamenco de la historia del cante, El Central, de mi gran amigo Fernando. Muertos Menese y Pepe el Cachas, y cerrado el citado bar, solo me gusta a veces visitar al maestro Diego Clavel, aunque lo hago poco, menos de lo que me gustaría.
La última vez que estuve, hace apenas dos meses, sentí un gran dolor en el alma cuando pisé sus empedradas calles, porque enseguida me acordé de Menese y el Cachas. La Puebla ya no es el mismo pueblo sin ellos y sin Francisco Moreno Galván, el pintor y poeta, creador la Reunión de Cante Jondo y las letras de Menese. Es que son ya demasiadas ausencias, que suele pasar cuando vamos entrando en lo que llaman la tercera edad. Pero de tantas ausencias moriscas, la que más me duele es la de Menese, al que quería como persona y admiré siempre como cantaor, aunque tuviera que criticarlo con dureza a veces, porque es mi oficio. Menese fue un cantaor incomparable, un monstruo, pero tenía sus cosas; se salía con frecuencia del tiesto y solía meterse en charcos. Podría contar mil vivencias con él, pero será otro día. Hoy he querido solo recordar que se fue hace seis años y que aún no he superado su ausencia, como tampoco he superado las de Mairena, Camarón o Morente. Aunque no lo parezcamos, los críticos de flamenco somos de carne y hueso.
Una de las últimas veces que hablé con Pepe el Cachas en su rincón del Central, hablamos precisamente de la labor del crítico de flamenco. Y me dijo algo que me emocionó: “A Menese le gustabas como crítico, aunque le dolía que fueras morentista. Pero te respetaba”. Me puso verde a veces, pero siempre sentí su aprecio y valoré su respeto.