Los medios y los días

Señor Ortega, gracias, pero no

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21 oct 2021 / 04:00 h - Actualizado: 21 oct 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Amancio Ortega.
    Amancio Ortega.

No me acaban de convencer las donaciones del señor Ortega. Cuidado, no me confundan con la izquierda de Iglesias y Echenique, creo que le están haciendo un enorme daño a la izquierda misma. Yo admiro y defiendo a don Amancio Ortega y me gustaría que entre el segmento empresarial español abundaran los Amancios Ortegas. Pero cada cual en su sitio, el Estado en el suyo y el señor Ortega en su lugar y a lo suyo que es fundar empresas, extenderse todo lo que pueda por el mundo, crear puestos de trabajo, pagar sus impuestos correspondientes, huir de la tentación lógica de que lo saquen en los papeles de esto o de lo otro y hasta comprarse un yate más grande del que tiene si le apetece y puede. Así es el sistema en el que vivo que desde luego no lo van a transformar nunca tipos como Iglesias o Echenique.

Dicho todo lo cual, afirmo que, si un milmillonario debe actuar así, de donador, es que el Estado y su gobierno no funcionan del todo bien. A mí lo que me gustaría es tener que decirle al señor Ortega muchas gracias por su filantropía pero, es que, mire usted, tenemos aparatos de esos y de otros suficientes y vamos a tener que meter los suyos en los almacenes y es una pena porque se van a estropear, mejor se los dona usted a éste o aquel país que los necesitan de verdad, a cambio se lo desgravaremos en Hacienda en el apartado “actos de solidaridad”.

El reto está en que el Estado levante una infraestructura tal y de tanta calidad, en todo, que los grandes millonarios no tengan que hacer caridad con él. Los empresarios deben producir y expandirse pero, en efecto, la obligación del Estado es levantarse también como un gran Leviatán, así ha sido siempre desde hace miles de años con las primeras civilizaciones en India o en la América prehispana, por ejemplo, lo que ocurre es que existe hoy esa tendencia a empequeñecerlo y, mire usted, que sigan adelante Zara y todo lo demás pero también un Estado poderoso que cubra una buena sanidad y enseñanza gratuitas y universales y construya una estructura bélica para la defensa frente a otros, ya que llevamos matándonos toda la vida no voy yo ahora a jugar al pacifismo para que me traguen otros leviatanes. Adelante con lo privado y sus empresarios y adelante con Leviatán aumentado y corregido porque, por ejemplo, para ser funcionario de un Leviatán no vale pensar continuamente en puentes, vacaciones, asuntos propios, escaqueos varios ni desayunos a las 10, prolongados, o cervecitas a las 12. Primero, la obligación, luego, la devoción, y se desayuna en un tiempo prudente, ni más ni menos. Como esto último no sucede ni parece que se le espere, el mundo que persiguen Iglesias y Echenique desde su infantilismo y el que persigo yo desde mi utopía no son posibles, por ahora.

Es que si España vive subvencionada por la UE y Ortega sigue donando, el Estado al final se puede olvidar de su misión histórica y puede quedar, con los años, a merced de una minoría, mucho más de lo que ya lo está y lo va a estar porque los dueños del presente y del futuro, los dueños reales, son los grandes inversores y eso no puede ser así, no pueden tener el monopolio de todo, incluido el pensamiento. Claro que a la inmensa mayoría de la gente eso qué le importa si está entretenida con los cacharros digitales, tal vez tengan lo que se merecen y yo en lugar de estar cuestionando las donaciones del señor Ortega lo que debería hacer es unirme a su causa, ganarme su amistad, tomarme con él un vino en su yate y el que venga detrás que arree.

Es que, miren, salvando las distancias, las donaciones de este tipo me recuerdan aquella escena magistral de la película El abuelo, de Garcí, donde el conde y dueño de todo un pueblo más sus contornos, interpretado por Fernando Fernán Gómez, les larga una bronca de narices a unos desagradecidos que tal vez la merezcan. No me gustaría terminar así, retrocediendo en el tiempo. Ahora bien, si a la gente es eso lo que le gusta, me jodo, vengan para acá esas donaciones y que salga el sol por Antequera. En lo que a mí respecta, como funcionario del Estado que soy, gracias, señor Ortega, prefiero apuntarme a los versos de don Antonio Machado: “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito./ A mi trabajo acudo, con mi dinero pago”. Si mi empresa no funcionara, tendré que poner la mano y aceptar sus obsequios, con toda mi frustración al ver el fracaso del humano como colectividad más aún de lo que ya lo observo.