No sé si lo he contado alguna vez, y tampoco si esto puede interesar alguien, pero me llegaron a ofrecer ser candidato a la alcaldía de Mairena del Alcor, localidad donde vivía. Izquierda Unida, concretamente. Naturalmente, dije que no porque, entre otras razones, creo no tengo vocación de servidor público. Solo sirvo al flamenco y a mis mascotas, que me tienen aburrido, dicho sea de paso. Pero reconozco que admiro a los alcaldes de los pueblos, porque son los verdaderos políticos, los que hablan a diario con los ciudadanos en la calle y que están siempre ahí cuando hay algún problema en el pueblo. Ejercen una política cercana, de contacto, humana. Lo sé porque he vivido años en pueblos, y vivo en la actualidad en uno de Sevilla, la Puebla del Río. Aunque viva en el campo, en los pinos, compro a diario en sus tiendas y desayuno en sus bares, y escucho lo que los cigarreros piensan de su alcalde o concejales. Alguna vez he podido hablar con su actual regidor y he comprobado que los vecinos se acercan a él con la confianza de ser escuchados. Cuando vivía en Mairena del Alcor me maravillaba ver al popular Ricardo Sánchez cómo atendía a sus convecinos en cualquier parte y el valor que le echó a estar en las redes sociales para que se comunicaran con él y les contaran sus preocupaciones. A veces lo ponían a caer de un burro, pero jamás se escondió, que yo viera. Es la política que me gusta, la de los pueblos, la cercana, la de los servidores públicos de verdadera vocación. No es fácil ser alcalde de un pueblo, porque los votantes te pueden ver en un bar o en el mercado y formarte un lío. Lo he vivido alguna vez y no ha sido agradable, sinceramente. No suelen llevar escolta, así que se la juegan a diario. Y no tienen los asesores de Sánchez. Son héroes los de la democracia, los que hacen que sigamos creyendo todavía algo en la clase política, tan podrida en general. Evidentemente, hay de todo, como en botica, pero no sé si será porque soy de pueblo desde antes de nacer o por cualquier otro motivo, que confío por sistema en las personas de los pueblos. De hecho, voto siempre en las municipales y no siempre en las generales. Y siempre, siempre, a personas y no a siglas, si voto en el pueblo. Cuando les comenté a algunos amigos maireneros, que me habían ofrecido ir de candidato a la alcaldía por IU, todos me dijeron que me olvidara del asunto. ¿Por qué?, le pregunté a uno de ellos. “Porque no te veo parando, templando y mandando”. Llevaba razón: hay que ser muy belmontista para ser alcalde de un pueblo.