La vida del revés

¿Ser artista o ser vago es la misma cosa?

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23 abr 2021 / 10:12 h - Actualizado: 23 abr 2021 / 10:24 h.
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  • ‘Autorretrato’ de Gustave Courbet.
    ‘Autorretrato’ de Gustave Courbet.

Todo lo que rodea cualquier manifestación artística me irrita. Muy a menudo y mucho.

Por lo visto, para ser artista hay que ser muy excéntrico, beber grandes cantidades de alcohol, fumar hasta la extenuación, tener la mirada perdida casi siempre, hablar de autores a los que no conoce ni su madre, mostrar cierto desprecio por los que no son artistas, mostrar un desprecio descomunal por aquellos que tratan de llegar a serlo, odiar a muerte a todo aquel que despunta (un poquito, sólo un poquito) o que tiene la desfachatez de asomar y no tener complejos al mostrar su trabajo. Además, para ser artista no hace falta serlo. Novelistas que no escriben, pero beben y comparten borrachera con uno que sí lo hace (mal, pero lo hace); pintores que fuman mucho aunque no agarran un pincel desde que son pequeñitos y alternan con escultores que escriben en la revista «La escultura es la vida y nadie nos lo podrá robar»; o poetas que presumen de ser malditos y sufren de la incomprensión social; todos estos, son los que llenan tertulias, revistillas, talleres literarios, blogs sesudos y cosas así. Son los inventores de un arte inútil y estúpido. Los inventores de lo que podríamos llamar la escuela «sólo nosotros entendemos de arte, tú limítate a mantener el pico cerrado».

Soy novelista, cristiano (ya saben que esto no es lo mismo que ser católico), padre de cuatro hijos, madrugador (me levanto a las seis de la mañana cada día para trabajar), no bebo, ya ni fumo, la mirada no la tengo perdida y procuro desmitificar todo este tinglado. Y me irrita tanta idiotez, tanto corralito cerrado a cal y canto, tanto defender autores imposibles para elevar un poco más el listón de «los cultos» para impedir que una persona ilusionada y con cualidades extraordinarias se pueda atrever a meter las narices donde no le llaman. Me irrita porque es todo una gran mentira. Escribir o pintar no tiene nada que ver con el alcohol, ni con tener un buen montón de facturas sin pagar, ni con haber leído libros que no hay quien se los trague. Saber con qué tiene que ver es otro cantar, pero desde luego con eso no. Hay una cosa que es segura: la creación literaria está muy pegada al trabajo diario, a la constancia. Y eso es justo de lo que huyen esa banda de idiotas que nos quieren hacer creer que las artes son propiedad de unos cuantos individuos atormentados y poseedores de un don especial, secreto. Y no, esos a los que me refiero son unos caraduras que no han trabajado en su vida, que intentan que los demás trabajen para ellos. Los verdaderos artistas no se dedican a nada que no sea su propia obra. También beben y fuman y tienen un millón de defectos, pero no se dedican a perder el tiempo haciendo creer que las cosas son como quieren ellos que sean.

Pues ya está dicho.