La sabiduría no consiste en saberlo todo. Eso es imposible. El gran reto es entender lo que está a nuestro alcance y el resto, lo que nos queda lejos, dejarlo en manos de otros para que nos enseñen a comprender. Aquel que intenta saber más allá de su capacidad se convierte en un gilipollas que, frustrado, critica sin parar a los que dominan una parcela del cosmos. Es decir, el mundo está lleno de gilipollas. A estos seres se les puede llamar, también, ignorantes. Y les aviso que dar una idea a este tipo de sujetos es muy peligroso. Luego se hacen políticos y la cosa se pone fea. Aunque dar una idea a alguien inteligente es mucho peor. Intentan revolucionar el mundo y se los terminan cargando. Los ignorantes, claro.
Ser feliz es una auténtica pesadez. Hay que pasar el día dando ánimos a otros e intentando que todos hagan suya esa felicidad. Porque una felicidad no compartida se convierte en amargura. Una persona feliz, además de serlo, tiene que cacarearlo. Ser infeliz es otra cosa. Tú te lo guisas y tú te lo comes. Sin dar la plasta; entre otras cosas porque la gente te esquiva de lo lindo.
Un hombre lo puede ser todo. Es una maravilla.