La Tostá

Ser o no ser digno de los artistas

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
07 sep 2020 / 07:47 h - Actualizado: 07 sep 2020 / 07:49 h.
"La Tostá"
  • Ser o no ser digno de los artistas

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No es nada fácil sentarse en la butaca de un teatro, escuchar a un cantaor o a un guitarrista, o ver bailar a una gran artista y luego contarlo y mojarse. Lo he hecho durante cerca de cuarenta años y he disfrutado lo que no se podrían imaginar. Creo que lo he llevado a cabo con entrega, honradez y valentía. Pero ahora, por diversas razones, me costaría acudir a un concierto de flamenco y hacer la crítica. En la Bienal, por ejemplo, un festival donde te la juegas cada noche.

Psicológicamente no estoy para jugar con el trabajo de los artistas, que son lo mejor de este arte. Físicamente, tampoco, porque me costaría ir cada noche durante todo un mes a un teatro y salir corriendo para regresar a casa y ponerme a escribir. Creo que no sería digno de los artistas que vienen a la Bienal a dar lo mejor de ellos, a veces sin los medios necesarios pero con toda la ilusión del mundo.

Reconozco, abiertamente y con la mano en el corazón, que ya no soy digno de los artistas porque no me gusta casi nada y voy ya un concierto predispuesto a aburrirme. ¿Lo quieren más claro? No creo que esté ya preparado para juzgar el trabajo de María Pagés, Rocío Molina, José Valencia o Diego del Morao. No es por edad, 62 años, sino porque ya no me hace feliz juzgar un espectáculo que el artista ha estado meses preparando, a veces poniendo sus ahorros. Escribiré de flamenco mientras tenga un hilo de fuerza para pulsar las teclas del ordenador, dedicándome a la investigación y a la opinión, que es lo que me motiva ahora.

Prácticamente fui el inventor del columnismo flamenco y el crítico que logró meter este arte en la sección de opinión de un periódico, El Correo. Pero ya me cuesta lastimar a un artista, sinceramente. Decirle a un cantaor que desafina, que se descuadra o que no sabe de cante. Juzgar el trabajo de una bailaora que se lleva meses para sacar adelante una coreografía, sin yo saber bailar unas simples sevillanas. O reñirle a un guitarrista de concierto por una mala pieza de composición sin que yo sepa afinar una sonanta. Y si en cuarenta años no he sido capaz de aprender todo eso, que venga otro.

Esos artistas jóvenes que cuestionan el trabajo de los críticos en las redes sociales no valoran los años de experiencia y los conocimientos que se atesoran, si no sabes de música o no tienes un título. Desprecian a veces las vivencias que hemos tenido con los grandes maestros y maestras (Mairena, Fernanda, Farruco, Morente, Camarón, Terremoto, Chocolate...), si no tienes, además, idea de solfeo o un doctorado en flamencología, tan de moda. Honestamente, la cuestión está en ser o no digno de los artistas. En sentirse digno. Si no me están viendo en los escenarios de la Bienal es, sobre todo, porque no tengo nada claro que lo sea, con independencia de que me sienta o no merecedor de seguir siendo crítico.