Dejen que les cuente cómo se ve Sevilla desde fuera, a más de 500 kilómetros de distancia, en tiempos de pandemia. No deja de ser mi opinión personal aunque creo que es más general de lo que pudiera parecer.
Sevilla ha dejado de ser Sevilla. A Sevilla le falta el alma. La alegría y la pasión y la belleza que siempre han llegado desde Sevilla se han difuminado como por arte de magia. Hasta que el SARS-CoV-2 no deje de campar a sus anchas, una de las ciudades más bellas y acogedoras del mundo será una especie de mala caricatura de lo que realmente es.
Sevilla sin sus tradiciones más esenciales se vacía por los cuatro costados. Sevilla sin su Feria tuerce el gesto y pierde el lustre que envidiamos el resto de mortales. Sevilla sin la Maestranza abarrotada y guardando silencio mientras el matador tira de la bestia con la muleta en la mano izquierda, no es la misma ciudad. Porque Sevilla es la suma de todo y arrancando de cuajo alguno de sus pilares las cuentas no salen. Ya sé que Sevilla es mucho más que esto que digo. Pero es que esto es lo que se ve en la televisión y en los tiempos que vivimos nos centramos en eso y solo en eso.
Por otra parte, no deja de ser sorprendente que los mismos que pidieron algún gesto en Semana Santa para que la ciudad pudiera fingir que las cosas son lo mismo que antes y que solo se trata de un parón, pidan que no se cuelguen farolillos en las terrazas de los bares y cafeterías por si el coronavirus se pone en danza con mayor fuerza. Choca porque una cosa y la otra son una llamada a la ciudadanía para que salga a las calles y disfrute hasta donde se pueda. Todos moros o todos cristianos, creo yo. Las dobles varas de medir chocan siempre y en cualquier parte.
Si ríe Sevilla también lo hace el resto de España. Si Sevilla se postra con devoción ante la imagen de la Virgen de la Macarena o de Triana, el resto de España lo hace con el mismo sentimiento. Y con un punto de envidia, todo hay que decirlo. Porque no todo el mundo puede presumir de vivir en una ciudad como es la capital hispalense.
Solo cuando Sevilla luzca como toca, solo en ese instante, sabremos en España que las cosas vuelven a parecerse a lo que fueron. Y lo digo desde Madrid para que sepan ustedes que estamos deseando ver cómo la explosión de vida y alegría que reside en Sevilla nos alcanza sin miramiento alguno.
A ver si las vacunas nos hacen recuperar la sonrisa a todos y nos podemos encontrar contemplando la Torre del Oro, tomando unas tapas, sentados alrededor de una mesa de trabajo o caminando la ciudad. A ver.