Muchos sevillanos creen que cuando se habla de ruido, es referido al que ocasiona la Feria de abril, las bandas de cornetas y tambores o las discotecas y bares de la ciudad. Y llevarían razón, pero una vaga razón. Y ello es debido, a que con el informe Merse en mano (Mapa Estratégico del Ruido en Sevilla) se concluye que Sevilla es una ciudad ruidosa y el principal culpable es el tráfico.
Y además es destacable como el tráfico rodado afecta a la totalidad de la ciudad y, aunque hay barrios más o menos saludables acústicamente hablando, lo cierto es que en todos los barrios de Sevilla se registran niveles de ruidos superiores –en algún momento del día– a los que recomienda la Organización Mundial de la salud (OMS). Como muestra el botón que dice que de la superficie de la ciudad hay 132 km2 donde el sonido se eleva por encima de los ¡75! decibelios, y donde se contabilizan hasta 98 puntos potencialmente conflictivos en cuanto a ruidos se refiere.
Si esta es la realidad, las soluciones que desde las administraciones se proponen son –cuando menos– frustrantes, fundamentalmente porque en el papel quedan muy estéticas pero la gran dosis de inviabilidad es importante. Ello es así cuando la primera y gran solución que se da es «que se tenga en cuenta las variables acústicas en el diseño de cualquier actuación urbanística o vial que se realicen en la ciudad», o expresado de otra forma, si vas a realizar cualquier obra en la ciudad haz lo que puedas para aminorar el ruido, este brindis al sol o declaración de intenciones hace que el avance en una solución real sea lejano y complejo.
Al final como casi todo en la vida lo mejor es el mejor de los sentidos. El común.
Mientras tanto, ¡sé feliz!