Los medios y los días

Sevilla, patrimonio, botellona

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01 jun 2021 / 04:13 h - Actualizado: 31 may 2021 / 18:14 h.
"Los medios y los días"
  • Sevilla, patrimonio, botellona

Mis colegas columnistas se quejan de la Sevilla madrastra con sus hijos y lugares que forman parte de su patrimonio. Y el ayuntamiento anuncia una alternativa a la botellona para el curso que viene. Sevilla enterró a sus ilustrados, a sus andalucistas, luego fusiló a sus republicanos o los mandó al exilio. El otro día escuchaba un programa de radio en homenaje a Isaac Peral. Los expertos en su vida y obra afirmaban que mientras el inventor del submarino las pasaba canutas las gentes no sabían nada de nada, estaban pendientes sobre todo de los toros y los toreros porque entonces no había fútbol. Lo que no dijeron es que si la gente se hallaba al margen es porque no leía nada y porque la prensa era un desastre que vivía fuera de la realidad, le estaban arrebatando a España lo que quedaba de su imperio y todavía salía con bravuconadas. Peral puso su invento a disposición del ejército y lo ignoraron, ¿habríamos perdido Cuba y Filipinas con esa arma tan avanzada para la época a la que de inmediato le salieron novios en Inglaterra y Francia?

Hay una Sevilla muy influyente que sigue dormida y enlaza con la España que maltrató a Isaac Peral. No hay recuerdos ni monumentos destacados para Pablo de Olavide, Manuel María del Mármol, Blanco White, Alberto Lista, Luis Cernuda, Alejandro Sawa, Chaves Nogales, Manuel Machado, Presedo Velo, los tres pintores Franciscos, Marireles, Cuadrado, Cortijo... Las casas de Velázquez y Murillo se van a salvar casi de milagro y el huevo de Colón ya ven dónde y cómo está, y la porquería y el abandono reina por sus calles. No es que no existan calles o algún lugar con nombres de algunas de las personas ilustres que he mencionado, lo peor es que Sevilla no ha asimilado y guardado el mensaje esencial que nos dejaron, es que a una buena parte de juventud desbarrada se unen unos políticos municipales mandatarios y un estamento hegemónico más cercano al antiguo régimen que al siglo XXI y todo esto se encuentra lejos de la Sevilla universal.

He citado a un segmento de juventud, me refiero al de la botellona, al que ahora le proponen un nuevo plan -dicen que ellos, los jóvenes, han participado en su elaboración-. A ver si los niños por fin dejan de joder con las botellitas y los meados. Como es lógico, espero que tenga éxito pero me temo que no vaya a ser así porque la botellona es una guarrería pero también un símbolo de independencia, una independencia pija y falsa pero es una rebeldía y una ceremonia de apareamiento cuya personalidad consiste en no tener una directriz desde arriba. No sé a qué jóvenes habrán consultado pero la botellona posee mucho de espontaneidad, de cambio de lugar, de hacerse notar de alguna manera y no va a llegar papá ayuntamiento a encauzarla. La botellona es la seña de identidad y a la vez el fruto de la falta de riqueza interior.

Sevilla tiene un patrimonio extraordinario pero mal cuidado. La juventud de la botellona enlaza con la de un sistema estancado que no le ofrece ilusiones a nadie, fuera de lo que ya estamos hartos de ver o hacer, todo basado en el tener, no en el ser. Los humanos precisan tanto de un alimento espiritual como del material. El sistema lleva mucho tiempo enlodado, pero no hay con qué sustituirlo. Uno de los síntomas de su decadencia es esta Sevilla que desprecia su patrimonio desde hace decenios. ¿La Magdalena destruida? No la he visto aún pero el itinerario romántico de Sevilla Plaza del Duque-Magdalena-Plaza Nueva lleva decenios y decenios destruido: destruida la Plaza del Duque donde Bécquer se reunía en su adolescencia con sus amigos; destruida la Magdalena con esos edificios horrorosos de Galerías Preciados primero y de El Corte Inglés después; destruida la antigua y amplia Plaza Nueva, aquella de las sillas de hierro que la gente cogía, las usaba y volvía a dejarlas en su sitio, no las robaba, por regla general.

El patrimonio de Sevilla es tan inmenso que no han conseguido matar a esta ciudad ni los especuladores de los 60 ni la marea negra de alquitrán de esas fechas. Pero, ojo, que ahora tenemos algo igual o peor: la ignorancia y la falta de sensibilidad instaladas en la llamada Casa Grande que es grande en ambos aspectos.