- Lola Flores. / Paco Cano Canito
Hay nombramientos tan a destiempo que, más que a homenaje, suenan a insulto. Que la Junta de Andalucía decida ahora nombrar Hija Predilecta de Andalucía a Lola Flores, al siglo de haber nacido y y casi tres décadas después de muerta, me da vergüencita ajena, no solo por hacer ninguna comparación con el listado de hijos predilectos delante, sino porque Lola era Andalucía y muchas instituciones no se habían enterado hasta que la Cruzcampo se lo ha puesto por delante. Para que luego digan que la publicidad y un eslogan en su sitio no valen para nada.
Lola era Andalucía y Andalucía se ha podido ver reflejada durante casi todo el siglo XX -con Franco, sin Franco y al margen del franquismo- en Lola Flores, que, según aquel periódico neoyorquino, no cantaba ni bailaba, pero nadie debería perdérsela. Lola ha sido cantaora, bailaora, flamenca, actriz y filósofa. Y todo desde una de las raíces más profundas de Andalucía como es Jerez de la Frontera. Sin embargo, en casi cuarenta años de gobiernos socialistas, no dio tiempo ningún año –ni viva ni muerta- a reconocerla como lo que ya toda Andalucía, toda España y más de medio mundo lo había hecho sin papeles, sin himnos y sin fotos: Hija Predilecta de esta tierra. Otras políticas fugaces sí se autoconsideraron ellas, en cuerpo y alma, Andalucía. Recuérdenla. Oficialmente, sí dio tiempo, y con amplias argumentaciones, a que fueran Hijas Predilectas de Andalucía, por ejemplo, doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans y doña Cayetana Fitz-James Stuart.
Hay demasiada gente, como yo, a la que el anuncio del nombramiento le ha sorprendido porque creía que Lola, sin don, era Hija Predilecta de nuestra Andalucía desde casi el mismo momento en que nació. No era así. Y esta es la noticia. Ay pena, penita, pena.