Siempre se van los mejores

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03 may 2020 / 08:43 h - Actualizado: 03 may 2020 / 08:44 h.
  • Siempre se van los mejores

«Toda esta Semana Santa mi hija ha puesto música tras el aplauso. Hoy suena Virgen del Patrocinio de Gámez por aquí, y tenemos en el recuerdo a los buenos cachorristas como tú. Un abrazo y que Él nos proteja».

Este fue el último mensaje que nos cruzamos. El mismo que, más allá de un puñado de caracteres, aún palpita en la oquedad de mi recuerdo. Fraguado un Viernes Santo de luto ronco, donde nos sentimos huérfanos de Su presencia, de Su triunfo, de Su sosiego.

Éramos hermanos en Cristo, sin tan siquiera saberlo. Tú de atardecer furtivo, de Lunes Santo y Museo. Yo de agonía en el Zurraque, saeta y último aliento. Cofrades de un mismo Dios, creyentes de un mismo Credo. Aquel que, en Su Expiración, conquistó nuestros afectos.

Hermanos de capa blanca, túnica negra y anhelo por congelar los segundos, por arrebatarle al tiempo un pellizco más de dicha, un instante más de ensueño.

Hermanos de hermosas Aguas. Tú de nácar, yo de espejo donde el Cachorro refleja la majestad de Su cuerpo.

Te vas sin haberla visto en su capilla de nuevo. Sin hablarle por lo bajo, sin regalarle tus besos. Sin rozarle las mejillas pausadamente y con celo. Sin rezarle tus plegarias, sin contarle tus anhelos. Sin pedirle por los tuyos y acordarte de los nuestros.

Pero yo sé que no importa, pues la Reina del Museo subirá desde la plaza para acogerte en su seno. Para tomarte la mano y llevarte hasta San Pedro, asegurando tu dicha en la plétora del Cielo.

Tu sapiencia inagotable, ¡echaré tanto de menos! Al igual que tus lecciones, tus halagos, tus consejos. Tu humanidad sin medida. Tu alegría sin complejos.

Te llorará la familia, los amigos y hasta aquellos que ayer fueron tus alumnos y hoy son hombres de provecho.

Y padecerá el balcón donde ponías el acento en las chicotás de fe, en las mecidas de cuento, durante las primaveras en que fuimos compañeros.

Se afligirá la ciudad que adoraste con denuedo, pues ya no podrá gozar de la magia de tu verbo.

Y en su llanto las campanas dirán a los cuatro vientos: siempre se van los mejores.

A Elías García, un hombre bueno.