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¿Sirven para algo los discursos?

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16 ago 2022 / 04:50 h - Actualizado: 16 ago 2022 / 04:50 h.
"Tribuna"
  • ¿Sirven para algo los discursos?

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Estas semanas he podido ver decenas de miles de casas pobres en colinas en varias ciudades latinoamericanas. Suburbios, barrios, favelas, tugurios, son algunos de los nombres que les dan a casas hechas de ladrillo visto y techo plano de uralita. Las hay por cientos de miles –repito– en pendientes, con calles mal trazadas, todo fruto de improvisaciones. Con cables que llegan de cualquier parte y no puedo ni imaginar cómo llega el agua y cómo salen los desechos. Por supuesto, esas casuchas son susceptibles de venirse abajo con cualquier tormenta y arrastrar a muchas de las que están por debajo. Por supuesto, están lejos de centros industriales donde puedan, sus pobladores, conseguir trabajo. Son colmenas de imposibilidad vital. ¿Qué hacen esos millones de ciudadanos en calles en cuesta, a kilómetros de los centros de negocios, sin entorno laboral posible, con economías de subsistencia? He visto a los niños jugando a la pelota en esas calles estrechas, improvisadas, y he intentado imaginarme los conflictos dentro de sus casas y de sus familias cuando la desesperanza debe de ser el pan de cada día.

Pero todo esto ya lo sabemos, lo hemos visto por televisión y hasta se reproduce en otras dimensiones en nuestras ciudades. No me voy a hacer el sorprendido ni el sensibilizado de pronto por haberlo palpado de cerca (ya vi y viví esto en las Villas Miseria de La Pintana en Chile con 25 años, y me he pateado las calles llenas de desamparados en India). La reflexión que esta vez me ha traído todo esto es lo cómico que me parecen los que crean que esto lo pueden arreglar los políticos; lo cómico que me parecen los que crean que la palabra, las leyes, los discursos, tienen que ver con solucionar esto. Oigan: esto, en estas cantidades, con estas dimensiones (cientos de miles de chabolas, una ciudad tras otra) no hay palabra ni político ni norma que lo pueda arreglar. La política la inventaron una serie de intelectuales que consiguieron hacernos creer que el razonamiento y el discurso e inventos como “Democracia”, “Parlamentarismo”, etc., iban a conseguir solucionar problemas de tamaño oceánico. Y nosotros los oímos y discutimos y nos posicionamos y los votamos ¡como si eso fuese a arreglar el desastre que implica la superpoblación y la miseria!

No estoy hablando mal de los políticos de uno u otro partido, lo que digo es que esto no es cuestión de política. Es como si un tsunami estuviera acercándose a nuestras costas o un terremoto estuviera haciendo temblar la tierra y nosotros miráramos a nuestros políticos esperando solución.

De lo que sí puedo hablar mal es de los políticos latinoamericanos que dicen que lo van a arreglar todo con tal o cual ideología. Desde mi sencillo entendimiento, esto, en estas cantidades, en estas dimensiones, no tiene arreglo. Tendemos a pensar, quizás por nuestra educación científica, que los problemas tienen solución, pero hay movimientos naturales (y la superpoblación en condiciones miserables lo es) que pueden no tenerlo. O la solución de esto no tiene que ver con la política, tiene que ver con movimientos humanos muy alejados de lo controlable y previsible.

Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor más inmediato. ¿Cuánto dinero y esfuerzo se le ha echado a La Oliva-Letanías, Palmete-Padre Pío y Polígono Norte? En cuarenta años de gobierno socialdemócrata en Andalucía y con distintas administraciones a nivel local y nacional y con ayudas brutales de Europa, y con buenas intenciones por parte de todas las administraciones (eso no lo voy a poner en duda) y con planes y programas y trabajadores sociales y educadores sociales y ayudas, pensiones, pagas... Y así sigue, igual o más.

Unos cuantos se quejan en twitter o en las redes o en los periódicos y se creen que los están oyendo ya todos y que con la sola palabra algo se podrá cambiar. Yo les digo que habrá revoluciones, cambios de gobierno, debates, líderes, golpes de estado, y esto no cambiará.

¿Cuándo llegará un político que diga: “Señores: esto no tiene arreglo. Intentaré hacer lo que pueda con lo que hay, intentaré ser justo, distributivo, preocupado por los que más sufren, pero estas cientos de miles de chabolas y toda la miseria que conllevan, yo no las conseguiré arreglar”?

En algunos países veo su estrategia: construir una zona nueva en la ciudad llena de rascacielos y centros comerciales con estándares internacionales, y dejar que los pobres se maten entre ellos y se mueran de pura miseria, porque, imagino que se han dado cuenta de que eso no lo arregla ni Dios.

Pero pareciera que la gente le pide al Estado continuamente (como su nuevo Dios) que arregle lo imposible. ¿Y saben qué se consigue con tanta súplica y tanta queja a los gobiernos?: frustración. Porque luego pasa el tiempo y nada de lo prometido en sus discursos (en estas grandes empresas contra la pobreza) se puede conseguir.