Sonrisas y lágrimas, muchas lágrimas

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25 mar 2020 / 00:00 h - Actualizado: 25 mar 2020 / 19:42 h.
  • Sonrisas y lágrimas, muchas lágrimas

El Comité Olímpico Internacional acaba de confirmarlo, los que serían oficialmente conocidos como los Juegos de la XXXII Olimpiada, y que deberían haber tenido lugar en el verano del 2020, se aplazan a 2021.

Las guerras que se detenían en la antigüedad por su celebración, los detuvieron las dos grandes contiendas europeas del siglo XX; y ahora, una nueva guerra, esta vez vírica, pírrica, lo ha detenido, aplazado hasta el año venidero, cuando esta pandemia que tanto dolor y tanta solidaridad nos está dando, esté en el pasado, como un mal sueño.

Tengo que confesar, que mientras escribo estas líneas y escucho The way we were de Barbra Streisand, me invade una profunda tristeza, se me hace un nudo en la garganta pensar que los ya clasificados tendrán que esperar, quizás desesperar un año más.

Una parte de mi corazón, de mi vida, se quedó en Montreal-76, cuando siendo yo un adolescente de Los Pajaritos, ese barrio del que huye todo el mundo menos el COVID, junté algo de dinero, mucho de ilusión y allí me planté con el gran Pepe Lorente.

Recuerdo en la Villa Olímpica al tunecino Mohamed Gammoudi, campeón olímpico de 5000 metros en México 68, llorando, porque los países africanos habían boicoteado los Juegos canadienses, y no podría participar en los que seguro serían sus últimos Juegos. Lágrimas, muchas lágrimas, que también ahora vienen a mis ojos.

Como ciudadano adulto y responsable, como personal de salud, entiendo y aplaudo todas las medidas que nos ayuden a parar este virus destructivo, que nos hará recapacitar que está pasando con nuestros mayores, a los que dejamos, y yo lo hice, confiados, en las Residencias de Mayores, donde muchos de ellos han encontrado una muerte llena de soledad y lejanía del afecto y cariño que les debemos. Solos han muerto y solos los enterrarán. Lágrimas, muchas lágrimas.

Algunos deportistas tendrán que extender su vida útil si quieren competir el año próximo, habrán de aparcar su adiós, su esfuerzo merece esa oportunidad. Pero también se abre un mundo de oportunidades, en las crisis siempre hay sonrisas y lágrimas.

Para aquellos que no se habían clasificado, que por unas razones u otras se les había echado el tiempo encima, se abre una puerta a la esperanza, a la ilusión, a la clasificación olímpica. Es como esos niños que nacen en mitad de la catástrofe y nos traen una sonrisa, una nueva ilusión, una razón para seguir luchando y viviendo.

Lágrimas por Brachi, Saúl, Javi, Jaime, Aina, Manel, Virginia, Rodri y otros muchos que tenían el pasaporte listo para el viaje.

Sonrisas, porque lo primero es la salud, porque ahora más que nunca hay que luchar por la igualdad en el deporte. Una puerta se cierra, otra se abre para Natalia, Rocío, Jordi, Rifi, Sebas y otros muchos jóvenes que estarán listos. Pero sobre todo, esta tragedia nos debe traer reflexión, unidad, crítica feroz pero constructiva, sobre lo que estamos haciendo con nuestros mayores, con nuestra vida frenética y a veces egoísta. Que el Tal como éramos nos ofrezca una oportunidad para ser mejores.

Echemos una sonrisa al aire, los Juegos deben continuar, como en Munich-72, saldremos de esta más fuertes, mejores personas y deportistas; sigamos saliendo a los balcones, a las ocho en punto, a aplaudir por una oportunidad en el futuro.