Los medios y los días

SOS para que el SOS atienda

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29 nov 2022 / 05:07 h - Actualizado: 29 nov 2022 / 05:07 h.
"Los medios y los días"
  • SOS para que el SOS atienda

El Estado nos paga a los profesores de universidad para que impartamos clases, investiguemos y gestionemos, no para que seamos “expertos” en nuevas tecnologías, sólo usuarios. La Universidad de Sevilla (US) posee un servicio de asistencia informática a la comunidad universitaria que apenas atiende su teléfono oficial: 95 455 44 44. Horas puede uno llevarse escuchando: “En breves momentos le atenderemos, gracias”. Ayer, después de varias llamadas y esperas, un funcionario del SOS me atiende por fin a las 11,40. Yo estaba en directo, online, como miembro de un tribunal de oposición en conexión con la Universidad Carlos III, de Madrid. Me surge un imprevisto y, al fin, tras cuatro llamadas de espera, aparece este “señor” al que le expongo un problema crucial: no puedo firmar digitalmente y a distancia los documentos de la oposición porque mi certificado digital había desaparecido de la aplicación informática tras una actualización de mi ordenador de mesa.

Ahora ya no te dicen “vuelva usted mañana” como en tiempos de Larra. Sustancialmente, entramos de nuevo en el siglo XIX, lo que sucede es que el “vuelva usted mañana” se ha convertido en ponga usted un parte que ya le atenderemos. Un mes aproximadamente llevo esperando que atiendan el último parte y ahora me solicitan que envíe otro. ¿Cuándo podré cumplir con mi obligación de firmar los papeles que el Estado desee que firme ayer mismo, en el momento de la oposición? El funcionario de marras se niega a darme su nombre cuando ya empiezo a enojarme y me enojo del todo porque no sé de qué sirve este servicio, para el problema que narro, que para mayor pitorreo se llama SOS. Ahora no tengo más remedio que mandar un SOS a la US por medio de estas líneas para que el SOS me atienda. Oigan, que lo único que deseo es ejercer de funcionario público que lo soy por vocación. Y un funcionario público, como indica su nombre, es el que está para servir a los ciudadanos y más en un momento de urgencia como el que viví ayer. Por eso cuento este hecho, porque soy funcionario público y ya estoy harto de que todo haya que pedirlo cien veces o hacer uso de “tráfico de influencias”.

Los profesores estamos inundados un día sí y otro no de correos electrónicos que nos comunican cambios y más cambios por obra y gracia de las nuevas tecnologías que facilitan tanto el trabajo como lo atormentan. Dentro de poco nos moriremos o nos jubilaremos los últimos carcas y se acabarán estas quejas porque o los colegas profesores serán todos expertos en tecnologías o porque poseerán una paciencia infinita, lejanos ya de aquellos espíritus subversivos de los años 60 y 70. Mientras eso llega, permítaseme mi derecho al pataleo público porque yo no dejé el periodismo y aposté por la universidad -algo de lo que no me he arrepentido- para mandar mi mente a luchar contra los elementos informáticos, humanos y tecnológicos sino para utilizarlo todo en pro del conocimiento.

Todos los manuales y orientaciones que recibimos para usar las herramientas tecnológicas afirman que el uso es fácil. No mienten del todo, sólo afirman verdades a medias, las medias verdades que son las peores de las mentiras. ¿Acaso todo esto oculta la necesidad de un amplio cuerpo de funcionarios que se dediquen a asesorar a los profesores-investigadores en aplicaciones informáticas y en los agobiantes papeleos que se exigen para desarrollar proyectos de investigación? No cabe duda de ello, pero en mi caso no hay que echar cuenta de eso, sólo soy un viejo profesor que muestra resistencia a lo que llaman “progreso” y al homo digitalis en que nos están convirtiendo. La US desea estar lo más arriba posible en los rankings internacionales. Supongo que sabrá que obstáculos como los anteriores impiden ser más relevantes de lo que somos. No importa, sigamos adelante, para qué sirven los cabreos de quienes vamos ya a entrar en el mundo del júbilo que es lo que significa jubilación. Para mí, de júbilo, nada, sabiendo lo que le dejo a posteriores generaciones.

Ah, por supuesto, el tipo que me atendió me colgó el teléfono, como buen miembro de la generación de cristal se ofendió mucho con mis palabras -que no fueron ofensivas, sí rotundas y exigentes- y me dejó a mi suerte ante un tribunal online con la Universidad Carlos III, de Madrid, en un tribunal de cinco profesores. No hay manera de que atiendan el teléfono y cuando lo hacen la canción siempre es la misma: “Para eso ponga un parte”.