Opinión
Jesús Donaire
¿Soy sodomita? Sodoma y la homosexualidad
Seguro que, en más de una ocasión, has oído utilizar la expresión «sodomita». Con él, se ha humillado e injuriado a millones de personas durante siglos, marcándolas como si fueran verdaderos criminales.
La iglesia, apartándose de las enseñanzas de Jesús, ha inoculado este odio en la conciencia colectiva de la sociedad. Una fobia que ha llegado hasta el punto de considerar a las personas homosexuales bestias salvajes que debían ser erradicadas. ¿Piensas que exagero cuando empleo esta expresión? Lee con atención.
El Concilio XVI de Toledo, celebrado en el año 693, considera la homosexualidad un crimen severo que ha de ser castigado con el exilio. En 1140, el Decreto de Graciano, primera codificación del derecho canónico occidental, califica toda práctica homosexual como crimen contra natura. En la mayoría de los pronunciamientos magisteriales que la iglesia ha realizado, la sodomía es descrita como un crimen grave, pecado horrible y práctica execrable. El papa san Pío X, en la primera década del siglo XX, la definía como vicio maldito que merece el castigo de Dios. ¡¡Tremenda expresión de una persona canonizada!!
La iglesia ha convertido esta narración bíblica en el paradigma moral del supuesto pecado que las personas gays cometen, cuando practican el coito anal. Así ha logrado convertirla en una epopeya ética que ha inspirado a infinidad de escritores religiosos y autoridades eclesiásticas, a escribir terribles historias de intolerancia y fanatismo religioso.
¿Cómo es posible que la iglesia haya llegado hasta el punto de ordenar la ejecución pública de personas homosexuales? ¿Cómo ha alcanzado tal aberración? Haciendo una traducción e interpretación equivocada de muchos textos de la Sagrada Escritura, y abusando de la autoridad espiritual y moral que posee.
Entonces, ¿cuál es la enseñanza de fe que encierra este pasaje? ¿Se trata de una condena explícita de la homosexualidad, como ha defendido la iglesia durante siglos? Por supuesto que no. Su enseñanza es otra: el verdadero pecado de los habitantes de Sodoma fue la falta de hospitalidad y el comportamiento hostil con el forastero.
Entonces, ¿por qué la iglesia ha interpretado siempre el verbo conocer en un sentido sexual, popularizando esta comprensión del pasaje, y arremetiendo violentamente contra las personas homosexuales?
La mentalidad cristiana que ha identificado el pecado de Sodoma con las prácticas homosexuales, no tiene nada que ver con el pensamiento bíblico, sino que proviene del ámbito secular. De hecho, la visión que el cristianismo tiene de la sexualidad humana se forjó en los primeros siglos del cristianismo. Quienes comenzaron a hacer una interpretación sexualizada de este pasaje fueron los padres de la iglesia. Más que acudir a la Biblia para interpretar el relato de Sodoma, se inspiraron en fuentes externas a ella. Es tremendo el énfasis, cada vez más creciente y obsesionado, que manifiestan los moralistas judíos y cristianos de la época helenista, en el tema de la pureza legal y sexual. Y lo hacen fundamentando sus posturas en autores clásicos y corrientes filosóficas ajenas al pensamiento bíblico. Esta es la causa por la que, desde sus orígenes, el cristianismo plantea un desprecio radical a todo lo relacionado con la sexualidad, un rechazo que no encontramos en la Biblia.
Entonces, ¿las personas homosexuales somos unos sodomitas? Hasta donde yo sé, Sodoma es sólo una ciudad que aparece en las Sagradas Escrituras y en ella no habitamos los homosexuales. Aunque parezca una conclusión burda, la primera respuesta a esta pregunta sería directamente no; los homosexuales somos solo homosexuales, personas comunes y corrientes con emociones, sentimientos, debilidades, aciertos, virtudes y defectos. ¡Como todo el mundo! Si consideramos la acepción del término sodomita que predomina en el imaginario social, es decir, aquella que comprende que el sodomita es el hombre que tiene sexo penetrativo anal con otros hombres, entonces, la mayoría de los hombres homosexuales seríamos sodomitas. Pero quién en su sano juicio y en pleno siglo XXI osa calificarse de tal modo, si no es para hacer una bromita entre colegas gays. Utilizar el término sodomita para referirse a una persona homosexual, hoy día, aunque parezca ridícula la necesidad de aclararlo, es un grosero despropósito. Ahora bien, si utilizáramos el término sodomita como aquella persona incapaz de ser hospitalaria, a más de uno, homosexual o no, le quedaría muy bien el adjetivo.
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