Albatros

Sufre mamón

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Jesús Ollero ollerista
21 oct 2022 / 12:16 h - Actualizado: 21 oct 2022 / 12:19 h.
"Albatros"
  • Sufre mamón

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Resulta tan cansino y tan reiterativo que apenas nos llama ya la atención. Lo hemos interiorizado y de algún modo se trata de una absurda involución que no lleva a ningún sitio, y si lleva a alguno no debe ser el más recomendable. Nos encontramos ante una sociedad con la piel fina filipina, no hay correa, cero paciencia... según para qué. Con la luz o la gasolina, toda (igualito que en Francia), pero con otras cosas, cero aguante. Cierto que aguantar es una palabra horrible y que cuando se tiene que aguantar algo, mal hecho. Pero en general nos estamos pasando de frenada con el revisionismo, el bienquedismo, el correctismo y el estupidismo.

Asisto atónito a una polémica ficticia, hueca, irrelevante e infantiloide, de la que era feliz ignorante hasta que a fuerza de entrar en medios y en plataformas sociales te acabas chocando con ella, provocando un hondo suspiro (de España y Portugal, como mínimo) y un rápido movimiento para pulsar la cruz de cerrar página.

Como no merece ni medio segundo de mi menguante actividad neuronal, no voy a aburrir a nadie con el ridículo episodio de la letra de ‘Sufre mamón’, de Hombres G, que por cierto se sabían todos y cada uno de los asistentes a su concierto de la Plaza de España el pasado día 12.

Volver 20, 30, 40 o 60 años atrás y pasarle el lápiz a cosas que entonces se asimilaban de otra manera supone demostrar que se tiene el bulbo raquítico, como diría Gomaespuma. Cada vez que un bienpensante, moralista, activista o simple discutidor (de izquierdas o de derechas, que al final se parecen más de lo que les gustaría) saca temas como este me acuerdo de los gags de Martes y Trece. Estaban llenos de bromas que en realidad mostraban situaciones complejas y duras, y no me cabe la menor duda de que en nuestra sociedad actual estarían más cerca de la marginación y la imputación de delitos que del éxito profesional. ¿Cuántas manifestaciones artísticas (libros, películas, cuadros...) se habrían ido al limbo con este ridículo ofendidismo? ¿Por qué nos ofendemos tanto por mazagatunas absurdeces y protestamos tan poco por nuestras penurias sociales y económicas?

Confundimos el respeto con el respecto, la broma con el desprecio y los derechos con las imposiciones. La ofensa no debe permitirse nunca (aunque, ¿dónde ha quedado eso de no ofende quien quiere sino quien puede?), pero mejor vamos a preocuparnos más de por qué uno de cada cinco varones menor de 30 años piensa que la violencia de género es un invento ideológico y vamos a perder un poco menos el tiempo en ocurrencias mononeuronales.