Te digo la O

truco o trato

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02 abr 2016 / 18:50 h - Actualizado: 02 abr 2016 / 18:50 h.
"Truco o trato"

Nadie mejor que Sabina para darle voz, en esa canción que creo no es la primera vez que cito, a una maruja (dicho con mucho amor) que relata la actualidad como si fuera un resumen de prensa de cualquier informativo. Visto lo visto, y si aceptáramos los programas de cotilleos salvajes como un género de la información y los comparáramos con ella, la narradora parece un miembro de la Rae mientras salpica en su relato política sucedidos en el portal. El mantra, otrora llamado estribillo, lo conocerán ustedes de sobra como te digo una co, te digo la o, el soberbio arte de rectificar o de contrastar la realidad por mucho que una la mire con sus propios ojos.

Porque el periodismo es exactamente eso: recoger la realidad desde todos los ángulos posibles. Poco más que aplicar el viejo adagio de «la opinión firmada y la información contrastada» que convierte a la información en algo útil para todos y no solo una charla de rellano o de bar. Por eso y en medio de la crisis brutal que están viviendo las empresas públicas y privadas la información es más necesaria que nunca con esas redes que elevan un comentario de escalera a categoría incuestionable como si la publicara el Boston Globe de Spotlight.

Ejemplos hay muchos pero personalmente esta Semana Santa he tenido la oportunidad de vivirlo en directo como usuaria (a veces compulsiva, a veces perezosa, o sea ciclotímica) de los Facebook y los Twiter. El lunes, en plena congoja por si en Sevilla salían o no algunas cofradías, una ciudadana estupenda y ejemplar, sentada en la Campana, da la voz de alarma en su muro: alguien desde un determinado piso ha dejado caer la bandera de un determinado Partido a los pies del paso de la Cena, con un gesto que es interpretado por quien es testigo ocular como acto de desprecio y de provocación. Ardió Troya. El personal de la red, lógicamente, se pilló un rebote de padre y muy señor mío. Al instante otra ciudadana amiga de la primera, e igual de ejemplar y comprometida, la sacó del error: se trataba de la banderola de una emisora que se había desprendido desde el piso donde se retransmitía para gran conmoción del equipo de radio y, sobre todo, del periodista que cerró la ventana y corrió a averiguar si había ocasionado algún daño. Un equívoco sin más. Todo se resolvió gracias a las puntualizaciones de unos y otras aunque, cuando ya se había aclarado y por la capacidad transmisora de esa red, aún hubo indignaciones con retraso y descalificaciones de un hecho inexistente. Es una anécdota, sí, pero a mí me resultó muy reveladora. Porque quien hizo la denuncia vio lo que vio. No mintió, no manipuló, contó lo que le pareció y sin duda parecía ser. No exageró. De hecho hizo una descripción casi fría de lo que estaba viendo: Una tela de un determinado color (identificable con el Partido acusado, obviamente) cae desde un piso alto y un señor que cierra una ventana precipitadamente como si huyera... Porque nuestros ojos solo nos dan un ángulo y la realidad tiene la mala costumbre de ser, cómo llamarla, panorámica.

Las redes pueden convertir una sola visión en la verdad, eso usadas con buena intención y responsabilidad, porque en el mejor de los casos y obviando difamaciones, todos hemos compartido noticias que eran bromas, o antiguas o hemos llorado por una muerte cuando el finado en algunos casos llevaba algún tiempo ya fallecido. Le damos a un clic o añadimos una interjección o exclamación (intolerable, sinvergüenza, chorizos) sin pararnos siquiera a leer lo que se nos cuenta o a comprobar la fecha o constatar que pertenece a una página de humor.

Con menos sesera que aquella maruja de Sabina que decía una co, pero también la o.