Tiempo para la reflexión

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15 ago 2021 / 11:38 h - Actualizado: 15 ago 2021 / 11:39 h.
"Tribuna"
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Nos encontramos a mitad de agosto y estamos siendo abrumados por un viento que, a momentos, nos abrasa.

Estamos anegados de tal manera por la fuerza con que penetran los rayos del sol en nuestra tierra que no acertamos a comprender lo que está ocurriendo.

No hay tregua, hay días en que el fuego del verano nos advierte que tenemos que ser muy prudentes, y también se presentan jornadas en que las lluvias torrenciales inundan nuestras tierras y los campos, y las casas son arrastradas por la violencia de unas aguas sin control posible.

Todo esto no ocurre solamente en países abatidos por la pobreza sino que sucede en países con un nivel de vida muy por encima de la media.

Y entremedias el drama de la inmigración no deja de estar presente en un tiempo que los mares y los océanos son propicios para que embarcaciones endebles puedan llegar a la tierra prometida, o al menos eso es lo que piensan cuando sus pies son capaces de descansar en el paraíso que les han contado que existe allende los mares. El otro lado para ellos supone la salvación de las atrocidades a las que están sometidos.

Sin duda es mucha materia para tan poco corto espacio de tiempo como es la estación del verano, porque las consecuencias de los perennes fuegos y las violentas corrientes de agua han aportado destrucción y los gobiernos están obligados, al menos en sociedades que se llaman desarrolladas, a dar una respuesta rápida que amaine los vientos de la indignación de una población que reclama soluciones eficaces y eficientes.

Los gobiernos democráticos tienen que actuar procurando dar respuestas que satisfagan a los damnificados. Los ciudadanos conocen sus obligaciones, pero también sus derechos.

Los recién llegados de países en donde los derechos no existen también reclaman atenciones y buscan un lugar en donde poder vivir. Llegan a países que no conocen y poco saben del funcionamiento democrático de sus nuevas sociedades de acogida. Sus parámetros de referencia son los comportamientos de sus gobernantes y funcionamiento de instituciones, prácticamente inexistentes. En sus países la democracia es algo totalmente aparente.

El valor de la acogida da identidad a las sociedades democráticas y ha de hacerse con sentido y rigor.

Acoger implica un modo de ser porque es ayudar a guarecer a personas indefensas. Sin embargo la realidad es que este gesto, a veces, supera a los responsables políticos que carecen de respuestas inmediatas y de los medios necesarios para hacer un trabajo con exactitud.

El socorro inmediato es el primer eslabón de una cadena que debe de contar con las argollas bien engarzadas. Tienen que ser enlaces bien planificados para que pueda existir una acogida digna y justa, y no sea motivo para que algunos grupos sociales planifiquen protestas de carácter extremo, convirtiendo a los inmigrantes en moneda de cambio político.

Los inmigrantes se convierten en material utilizable para la explotación. Existen mafias organizadas que los someten a una esclavitud psicológica, afectiva y económica. Poco sabemos el común de los ciudadanos de la triste realidad que viven las personas que salieron de la tragedia para venir a la tierra prometida y vivir en ésta en una angustia permanente.

A veces inconscientemente y otras de manera consciente somos sujetos activos de esta esclavitud.

A nadie se le escapa en este periodo abrupto por el calor sofocante y las torrenciales aguas incontrolables de tormentas de cielos obscuros que en nuestras playas mientras intentamos descansar y pasar unos días en familia existen caminantes, inmigrantes de tez negra, que se pasean portando sobre su espalda el yugo de camisetas, bañadores, etc. de marcas copiadas y que nos lanzamos a comprar. No nos paramos a reflexionar sobre todo lo que hay detrás de los paseantes esclavos.

La esclavitud tiene nuevas formas y maneras. Estas personas en el paraíso que les han prometido viven día tras día paseando por un camino escabroso que no les conduce a poder disfrutar de unas condiciones de vida adecuadas.

Reflexionemos sobre lo que nos está pasando y no dejemos pasar el tiempo sin abordar todo aquello que existe detrás de determinados movimientos migratorios.

Nuestra responsabilidad es no dejarnos arrastrar por el fuego de la destrucción y por el agua incontrolada de las lluvias torrenciales de quienes la utilizan para sacar réditos personales.