Nuestro Padre Jesús Cautivo ante Pilato presidirá el viacrucis. Sé que cualquier elección conlleva agravios y a mayor número de viacrucis celebrados, —esta será la cuadragésima primera edición—, peor sentará quedarse entre las últimas. La falta de un criterio explícito, que ya debió fijarse, levanta suspicacias y solo espero que en el futuro no recibamos el plante de alguna hermandad enojada. Pero ahora es momento de congratularnos. Torreblanca es barrio humilde que, cuando sale en los papeles, no suele ser por hechos felices ni resulta favorecido en las estadísticas; pero sus calles son tan Sevilla como la de las Sierpes. Nada tiene su hermandad que envidiar a otras con siglos de historia y sí ofrece mucho para imitar. Allí se comprueba cómo un modelo de vida cristiano nacido hace centurias tiene plena vigencia y proyección. No dejan de asombrarme en su procesión esos vivos contraluces, tan barrocos, que han encontrado en el genio fotográfico de J. A. Zamora un particular Murillo del siglo XXI. Las cosas que allí he visto, por auténticas, me han hecho más grande el corazón. Gentes de bien, en momentos de apuro, salieron de sus casas para ayudarme, mientras quienes tenían la obligación pasaron de largo, igual que en la parábola del buen samaritano. Como dijo Aquel: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos». Discutimos demasiado. ~