Menú

Tras el estallido, la metralla

Image
Pepa Violeta Pepavioleta
05 abr 2020 / 13:59 h - Actualizado: 05 abr 2020 / 14:03 h.
  • Tras el estallido, la metralla

Después de 22 días de confinamiento, las razones con las que nos convencieron para recortar nuestras libertades sin demasiado esfuerzo, empiezan a tambalearse. El positivismo balconero de las primeras semanas, ha dado paso a la creación de un grupo especializado de vigilancia ciudadana, que se encarga de jalear a la policía en sus excesos e increpar al que sale a la calle. La cifra de fallecidos/as por el COVID19 (somos conscientes de que están más que maquilladas, para evitar el levantamiento civil) que no para de aumentar y la caída en picado de la economía familiar, están empezando a sacar lo peor del ser humano. Si es que quedaba aún algo pendiente de sacar. Justo 21 días hemos tardado para que el lema bajo el que que nos ha educado el capitalismo, “sálvese quien pueda”, tome forma y cuerpo. ¿Quedarme en casa para que otros/as hagan vida normal?. Nos vamos desprendiendo de la empatía, propia de los primeros días de aislamiento, como era previsible.

Un mono en la sala de mandos

Siento recordaros que la misma estructural patriarcal/capitalista que ha llevado al planeta a la extenuación, es de la que esperamos las soluciones a esta crisis mundial. Sanitaria dicen todos. “De valores” añadiría, para que la formula estuviera completa. No puedo evitar visualizar este consejo de sabios como un grupo de monos en una sala de mandos, pulsando botones al azar. Con todos mis respetos a los monos. El fracaso de este confinamiento y que el aislamiento esté empezando a ser cuestionado por una sociedad que empobrece por días y muere por minutos, radica en varias cuestiones pendientes de resolver. Ante tanta desinformación y manipulación mediática, la sociedad no reconoce el objetivo real de este confinamiento y no distingue la meta. Nos hemos puesto a correr ante el disparo pero no sabemos muy bien hacia dónde. ¿Qué vamos a conseguir con todo esto?. Hace tres semana que estalló la bomba, en forma de pandemia y seguimos sacándonos la metralla. Nos quieren convencer de que por dentro está todo bien, pero nosotras/os solo vemos tejido desgarrado y mucha sangre.

Lo heroico es cuidar

Esta crisis solo puede llegar a buen puerto si nos comprometemos de verdad a trabajar de forma solidaria, pero desde una perspectiva feminista. Patriarcado y capitalismo se dan la mano para seguir con su estrategia. Nuestro Estado se sustenta en una estructura patriarcal, independientemente del partido que gobierne, no lo olviden. Nos hablan de heroicidad (en masculino hegemónico), sin atisbo de vergüenza. Exponiendo al escaso personal sanitario que tenemos a una pandemia, sin equipos de protección. Si nosotros/as también los llamamos héroes, les otorgamos una capacidad de supervivencia por encima del resto de mortales y legitimamos que el Estado siga eludiendo su responsabilidad de dotar y proteger a a ciudadania. Sin excepción. Sería bueno revisar el concepto de heroicidad que nos vende el sistema. El personal sanitario está muriendo en un intento de salvarle la vida al prójimo. Esclavos/as de un sistema que los/as obliga a estar en primera línea, para que hagan de muro de contención. Mientras, los privilegiados que sí tienen acceso a la verdad, se piensan como mover los recursos para su propio beneficio. Como dice Miguel Brieva, dibujante y escritor sevillano, “necesitamos con urgencia un nuevo sentido de lo heroico que reconozca la creatividad y el cuidado como rasgos esenciales de la verdadera épica y abomine para siempre la fuerza y la victoria”. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, tampoco son los héroes en este contexto, a ellos ya se les paga por salir a la calle a mantener el orden y hacer cumplir la ley. Es su trabajo, no es necesario el aplauso. Y los medios de comunicación en su línea, adormeciendo más que despertando. Con discursos vacíos de contenido y repletos de demagogia. Fomentando el racismo y la misoginia. Contenidos que basculan entre el heroísmo y la denuncia, ese es nuestro presente. Mucho esclavo con capa y mucha policía de balcón, que no ayuda a esto de crear comunidad.

Ellas, la tercera clase del Titanic

Si hay que sacar del baúl el disfraz de heroína, qué tal si se lo ponemos a todas aquellas mujeres que se mantienen vivas como pueden, esperando salir de la cárcel en las que las tienen encerradas sus maltratadores. Las temporeras de la fresa que además de inmigrantes, son pobres y mujeres y ahí están trabajando sin coberturas, para que podamos llenar nuestras neveras. A las autónomas, que a falta de barca se lanzan al mar con una tabla carcomida, con la esperanza de llegar a tierra. A las empleadas del hogar, siempre las últimas en la cadena de producción. A las enfermeras, abonadas a la segunda clase, que para eso tenemos un sistema sanitario patriarcal que decide qué merece notoriedad y qué no. Heroínas hay muchas, pero de tanto andar escondidas por la vida, olvidaron la forma que tenían sus propios cuerpos.

Lo urgente es vivir

Es momento de reenfocar, que tanto androcentrismo nos está pasando factura. El modelo económico liberal tan aplaudido por el capital ya no sirve. El patriarcado ya no sirve. No sirve nada que anteponga la ganancia a la vida, el dinero a los cuidados, el beneficio a la salud. Esta pandemia gestionada desde un modelo castrador, que ata al pueblo otra vez con la soga de la esclavitud, solo nos traerá dolor. A las feministas nos toca ser más incómodas que nunca. Construir de forma intergeneracional, escapar de la estrategia patriarcal cruel que elimina lo viejo y lo defectuoso para poder tener excelente mano de obra, que arregle este destrozo y podamos volver “a la normalidad”, antes de que los supervivientes se den cuenta del engaño y exijan responsabilidades. El movimiento feminista no se entiende sin la práctica de los cuidados, no es un movimiento espontáneo sin referentes. Ahora que la desconfianza en lo normativo empieza a coger fuerza, démosle una oportunidad al feminismo y no dejemos de celebrar la vida. Como recoge Mar Gallego en su ensayo sobre feminismo andaluz, Como vaya yo y lo encuentre , “la alegría es una venganza que rompe todos los esquemas vengativos de las masculinidades hegemónicas. Inexplicable para la lógica de los opresores, la presencia de este sentir les desarma”.