Eso de que Fran Rivera no ha puesto en peligro a su hija de cinco meses, al torear a una vaquilla con la criatura en brazos, es más que discutible. Una vaquilla de cien o ciento cincuenta kilos se te puede meter entre las piernas y hacerte perder el equilibrio o tirarte por los aires, aunque seas un torero con experiencia. Y si llevas en brazos a una niña o a un niño de esa edad, que no podría correr ni defenderse de ninguna de las maneras, el peligro existe. O sea, que pensar eso no es de trastornado ni de chalao, como ha dicho el torero, quien además publicó la fotografía en una red social. Cómo vamos a pensar que lo hizo para darse publicidad si este torero solo sale en los medios de comunicación por asuntos exclusivamente taurinos. Claro que no lo haría por provocar revuelo mediático, pero debería haber pedido disculpas, en vez de presumir de su apego a las tradiciones, sobre todo para evitar que eso sea una práctica habitual en festejos con vaquillas, que de hecho lo es. Precisamente son ellos, los toreros, quienes deberían intentar evitar estas cosas en una tierra en la que tanto se exagera todo.