Tratarnos como a niños

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Álvaro Romero @aromerobernal1
12 sep 2020 / 11:18 h - Actualizado: 12 sep 2020 / 11:19 h.
"Viéndolas venir"
  • María José López - Europa Press
    María José López - Europa Press

Una cadena se rompe siempre por su eslabón más débil, y no digamos si tiene unos cuantos... Lo digo porque siento una pena profunda por tantos profesionales de la Educación como están dando todo de sí y mucho más por establecer un protocolo que defienda a nuestros niños del bicho. Horarios escalonados, flechas organizadoras, geles hasta comprados con su propio dinero, semipresencialidad para salvarles los muebles a quienes tenían que haber bajado la ratio y una ilusión intacta en ese objetivo originario de seguir enseñando. Pero a continuación están las puertas de los colegios abarrotadas, las plazas abarrotadas, los de las comuniones y las bodas discutiendo si 149 o 150 invitados, los que no pueden perdonar los cumpleaños ni el cafelito tontón de todas las mañanas apiñadas para contemplar la catástrofe, los que usan la mascarilla como cuando el casco quitamultas y esos políticos con una sonrisita pintada sin que sepamos por qué... Y entonces uno se acuerda de los docentes y los contempla con la conmiseración de que son los únicos que se resisten a enterarse de lo que todos los demás saben que va a pasar y los dejan, como a los niños...

Uno vuelve a pensar en qué hubiera tenido que ocurrir para una vuelta realmente segura, o muchísimo más segura a las aulas, y se le ocurre un presupuesto ridículo en comparación con lo que van a costar todas las derivadas sociales de la gran chapuza nacional multiplicada por diecisiete. Porque, como tantas veces, la inversión en Educación, que a tantos políticos les parece dinero perdido, resulta dinamización no solo económica por lo que respecta a la contratación de muchísimos más docentes que podrían seguir consumiendo y ayudando por ende a otros eslabones de la cadena, sino también por lo que se refiere a jóvenes que podrán formarse con el rigor suficiente como para que el día de mañana, tan a corto plazo, puedan también aspirar a un sueldo digno que les permita participar en la dinamización de esa economía que se desmorona igualmente a corto plazo.

En fin, que quienes piensan y administran a corto plazo –ni siquiera aún pensando en las elecciones, para las que faltan siglos- son quienes deberían reflexionar e invertir a medio y largo plazo, pero a los niños no conviene entusiasmarlos con cosas que vayan más allá de esta misma tarde.