Desvariando

Trece duros diarios y un kilo de pan

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
22 oct 2022 / 10:21 h - Actualizado: 22 oct 2022 / 10:24 h.
"Desvariando"
  • Foto: Julio Muñoz / EFE
    Foto: Julio Muñoz / EFE

Mi madre me echaba en cara, pero con arte, lo que luchó para ponerme con casi dos metros de altura y más de cien kilos de peso. Se le olvidaba que con 11 años ya echaba horas en una fábrica de porrones tuneados, en Palomares (Artesanías Montes) y que con 12 ganaba ya trece duros diarios y un kilo de pan en Coria del Río, en la panadería de El Guapo. Con esa edad ya no era una carga para la casa, sino un hombrecito que ayudaba a la economía familiar y que se ganaba lo que se comía. No no exploté a mis progenitores, o sea, a mi madre, porque mi padre murió cuando yo ni andaba aún. Pero antes de comenzar a trabajar con la edad indicada, 12 años, ayudaba en casa en lo que podía, yendo a por hierba para dos cabras que tenía mi abuelo, rebuscando o cogiendo algodón. A la hora de la jubilación, que está ya a la vuelta de la esquina, el Estado debería de tenerlo en cuenta, pero no es así, por desgracia. Niño explotado del franquismo –cuando murió Franco llevaba seis años trabajando sin estar dado de alta en la Seguridad Social–, si me quedan 700 euros al mes de pensión, será un milagro Mis cuarenta años de crítico de flamenco tampoco van a contar, con doce libros publicados. Encima un profesor de Música de la Universidad de Granada que admira al Niño de Elche por su “jondura” pidió ayer a la “comunidad académica flamenca” que no cuenten conmigo para nada, precisamente días antes de que comience a dar clases de Historia del Flamenco en el Aula de la Experiencia, de la Universidad de Sevilla. Quiere matarme de hambre por el hecho de no ver el flamenco como él. ¿Qué va a ser de mí, entonces? Me tendré que buscar la vida, porque hay una cruzada contra los puretas de la crítica flamenca y la flamencología, para quienes no somos del club de fans del Niño de Elche, la Márquez, Rosalía, Rocío Molina, Israel Galván, el señor Poveda o la Tremendita. Si el Estado no me va a recompensar por mis cincuenta años de duro trabajo y aportaciones a la Cultura y los guardianes de lo impuro piden que me maten de hambre, más o menos, tendré que ir pensando en volver al rebusco, a buscarme la vida en lo que pueda, como de niño. Franco ya no vive, pero sí estos enemigos de los flamencólogos defensores del flamenco tradicional, que son peores que el Caudillo.