Tremendamente unidos

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11 jul 2018 / 19:37 h - Actualizado: 11 jul 2018 / 23:17 h.
"Sevilla Al Minuto"

Son héroes, hombres de honor, personas a las que admirar, modelo de humanidad, sacrificio y compañerismo. Los responsables de rescatar a los doce niños, y su monitor, de la cueva en la que estaban atrapados, han dado muestras de muchas virtudes pero, una de las más importantes deja una huella en el mundo que deberíamos tomar como ejemplo.

El trabajo en equipo es el camino correcto. En una era en la que se nos reconduce hacia el individualismo, estos hombres nos han enseñado que todo es posible a través de la unión. Las conclusiones son muchas. El nexo entre compañeros ha fortalecido el valor colectivo que han tenido estos trabajadores que han superado barreras y laberintos para salvar la vida de los pequeños. No hubo miedo ganador, sino valentía. Y fuerza extrema y cabeza fría, quizás con el corazón ardiendo, pero siempre controlando las pulsaciones. Los buzos que se han sumergido en las aguas y recovecos de aquel lugar infernal, han llegado a tiempo, han hecho lo insuperable para rescatarles.

Cada uno de ellos ha tomado su partida particular para ayudar al conjunto. Entre esos héroes, había un español. Que no se nos pase por alto a quien merece ser realmente admirado, aunque no lo será. Incontables son las razones de más que nos han dado estas personas para creer en el ser humano.

Cada uno de los niños ha logrado resistir, acompañados por su monitor, un adulto en un afectado grupo, inmerso en una dura situación. De dónde ha sacado la calma, sólo él lo sabe. Cómo ha permanecido el ánimo y cuánta era la fuerza de su esperanza, son cuestiones sin respuesta. La consecuencia se conoce, ha vencido la suma. La clave ha sido, otra vez, el trabajo en equipo. Todos ellos debían saber que estaba en juego la vida.

Precisamente por eso han sido valientes los hombres que entraron vestidos de buzo, por eso ha sido esencial el trabajo de tantos profesionales alrededor de la operación de rescate. El colectivo ha vuelto a concienciar, de alguna manera, de lo importante que es la unión de las fuerzas para el buen fin de la tarea.

Y nosotros mismos hemos proporcionado otra muestra de ello. Todos los que hemos permanecido atentos, en el vínculo de la conmoción y el nerviosismo, y asistido al transcurso de esta historia, temiendo por la vida de los pequeños, enviando hacia algún lugar de la Tierra nuestros mejores pensamientos. Unidos, en la adversidad, por ellos. Este tipo de sucesos permite contemplar la verdadera naturaleza de lo que somos.

La humanidad abrazando la noticia con la esperanza de que se resuelva con el mejor de los finales. Es en las malas donde se constata, porque en las buenas no nos damos cuenta, que el ser humano necesita de los demás. En la soledad y el eco, subterráneo, de aquellos huecos húmedos y laberínticos que ninguno de nosotros conoce, estábamos, sin embargo, atentos.

La heroicidad es, a veces, relativa. No así en esta ocasión. Se vuelve un término absoluto que deja sin sentido la mera mención o alusión al insoportable individualismo cotidiano. Una hazaña se ha saldado con el mayor de los aciertos. Pero la admirable historia se verá envuelta en las arenas insaciables que se tragan a su paso todo cuanto suene a anonimato, para devolver el estrellato a los problemas del diario. Asuntos varios, con nombres, apellidos... y un patológico afán de protagonismo.