Tres simbólicas ciudades

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02 feb 2022 / 14:19 h - Actualizado: 02 feb 2022 / 14:23 h.
  • Bengasi. / EFE
    Bengasi. / EFE

Son ciudades que pertenecen a tres países de continentes distintos. No son conocidas por ser lugares de veraneo o turísticos, sino que más bien han desempeñado un papel primordial en la historia de estos pueblos y también a nivel mundial. Hace años se difundió mucha noticia sobre ellas, cada una en su momento, y ocuparon las primeras páginas de distintos medios de comunicación. Estoy hablando de Gonaives, de Timisoara y de Bengasi, ubicadas respectivamente en América, Europa y África, concretamente en Haití, Rumanía y Libia. Pero, ¿qué parecido hay entre esos tres sitios, pese a la distancia geográfica, las costumbres y la cultura que las separan?

Gonaives (se pronuncia Gonaiv), ciudad de Haití, se encuentra a dos horas y media de autobús de Puerto Príncipe, la capital de la República. Es conocida como la cuna de la soberanía de la nación, puesto que fue allí donde se redactó y se firmó el Acta de la Independencia del país. Jean-Jacques Dessalines, uno de los generales que libraron la feroz lucha contra el sistema esclavista francés, declaró que Haití era independiente de Francia, tras leer el Acta, el 1 de enero de 1804. Así nació y empezó su andadura la primera nación negra independiente del mundo, hecho que sigue siendo, por las características que dieron lugar al acontecimiento, un hito sin precedente hasta ahora en la historia de la Humanidad. Gonaives volvió a ser noticia, ya que fue el punto de partida de la revuelta que condujo a la huida del país hacia Francia del vástago de Papa Doc, el sátrapa Jean-Claude Duvalier, en la madrugada del 7 de febrero de 1986, tras varios días de protestas callejeras. Treinta y seis años después de la salida del dictador, si bien pensó el pueblo que se ponía fin al sistema de explotación y opresión del país por parte de sus élites, los acontecimientos posteriores se encargaron de demostrar lo contrario. Cargado de actos de violencia, acompañados de múltiples desgracias originadas por gobiernos dictatoriales que han saqueado sus arcas públicas, Haití carece de unas mínimas estructuras para garantizar el bienestar de su pueblo. Actualmente ocupa uno de los peores puestos en el Índice de Desarrollo Humano. Todavía no se ha repuesto del odioso asesinato de su presidente, Jovenel Moïse, ocurrido el 7 de julio del año pasado y está muy lejos de volver a recuperar su papel de vanguardista en la lucha por los derechos humanos.

Timisoara, provincia ubicada en la zona occidental del país del este de Europa llamado Rumanía, que fue gobernado por el matrimonio Ceausescu, desempeñó un papel muy importante en la caída del régimen de 42 años de dictadura comunista, de los cuales 22 estuvo bajo la autoridad de los Ceausescu en la primera magistratura del Estado rumano que ellos dirigieron con mano férrea de 1967 a 1989. A mediados del mes de diciembre de ese último año, se produjeron en Timisoara las primeras manifestaciones que se extendieron al resto del país y que culminaron con la huida de la pareja presidencial del gobierno de la República. Un hecho digno de señalar es el sonoro abucheo por la multitud en la capital, Bucarest, al dictador, mientras pronunciaba un discurso acompañado de su mujer, el 21 de diciembre de aquel año. Eso fue una señal inequívoca del desmoronamiento del poder de uno de los dirigentes comunistas más temidos. La actuación de la Securitate, la policía política, para frenar la expansión del levantamiento y así controlar la situación, fue infructuosa por revelarse incapaz de evitar la caída del régimen. El mandatario y su esposa, Elena, completamente anonadados por el cariz que tomaba la situación, fueron capturados el día 22 de diciembre de 1989. Sometido a un juicio sumarísimo y acusado, entre otros cargos, de genocidio y de enriquecimiento ilícito, el matrimonio, hallado culpable, fue condenado a muerte y ejecutado tres días después, día de Navidad. Actualmente, Rumanía es una República parlamentaria, miembro de la Unión Europea.

Un hecho puramente anecdótico que no guarda relación con lo anteriormente narrado es que paralelamente a los acontecimientos de Rumanía, se desarrolló, dentro de la operación bautizada “Causa Justa”, la invasión de Panamá ordenada por la Administración de George Bush padre, y el arresto, el 3 de enero de 1990, del dictador Manuel Antonio Noriega, bajo la acusación de los delitos de narcotráfico, crimen organizado y blanqueamiento de capitales.

Bengasi, la segunda ciudad más grande de Libia y con muchos años de historia a sus espaldas, está situada al noreste del país. Fue bombardeada junto a Trípoli, la capital, en el año 1986, por la Administración Reagan, a raíz de acusar a Gadafi de ser el patrocinador del terrorismo en contra de los EEUU. Allí, a principios del año 2011, dentro de la vorágine de la “Primavera Árabe”, la ola de protestas antigubernamentales que azotaron al Magreb, se produjeron los primeros enfrentamientos entre el ejército libio y los rebeldes, agrupados bajo el nombre de Consejo Nacional de Transición (CNT), que se habían introducido en el país y que contaban con el apoyo de la OTAN. Y esto supuso el principio del fin del régimen libio.

Muamar el Gadafi, abogado de profesión y militar, llegó al poder el 1 de septiembre de 1969 tras derrocar al rey Idris I mediante un golpe de Estado; abolió la monarquía, la sustituyó por la República Árabe Libia, y pronto implantó en Libia un régimen personalista, otorgándose el título de “Líder y Guía de la Revolución”. Personalidad excéntrica, uno de los acariciados sueños del Coronel era crear los Estados Unidos de África, unir a los pueblos del continente bajo un solo Gobierno y Ejército, con moneda común y la libre circulación de bienes y personas, una Federación de países. Era un ideal utópico, sobre todo en un continente repleto de diferencias étnicas, de grupos tribales y de dirigentes variopintos, lo que le granjeó recelos y sobre todo bastantes enemistades con algunos gobernantes de la región que vieron en él, bajo su panafricanismo, un estadista con locura de grandeza. En los países europeos, era considerado como el promotor del terrorismo internacional y sus actuaciones eran cada vez más analizadas bajo lupa. En el mes de octubre del año 2011, los insurgentes capturaron a Gadafi quien, junto a uno de sus hijos, fue vilmente ejecutado por ellos, en Sirte, su ciudad natal, el 20 de octubre. Así se acabaron los 42 años de la dictadura libia. Si Jean-Claude Duvalier falleció oficialmente de un infarto de miocardio, o de un cáncer de páncreas a tenor de otros, tras ser autorizado a volver a su país, y Nicolae Ceausescu murió fusilado, el que, a mi parecer, tuvo la peor suerte fue el líder libio. No murió de muerte natural y ni siquiera fue sometido a un simulacro de juicio; su destino corrió a cargo de los opositores armados. Desde entonces, el país se encuentra fracturado, enfrentándose encarnizadamente entre sí grupos rivales.

La “Primavera Árabe” provocó también un estrepitoso cambio político en Túnez y Egipto, con la caída, en el año 2011, de los respectivos dictadores Ben Ali y Mubarak.

Las dictaduras de cualquier signo ideológico engendran disgregaciones familiares, prolongados encarcelamientos sin juicio previo, torturas, ejecuciones arbitrarias, exilios y un sinfín de sufrimientos psíquicos. Si lo políticamente correcto es condenarlas sin paliativos, me atrevo, expuesto a recibir algunas críticas, a poner el foco sobre los aspectos positivos del régimen libio, tratando como fin último de ser objetivo, sin que yo albergue la menor veleidad de minimizar su política represiva y los daños causados a su pueblo, o que esto sirva de compensación a la dictadura del Coronel. Son conocidos los logros o conquistas sociales de la revolución libia, en temas fundamentales como la sanidad y la educación: asistencia médica y escuela pública gratuitas, aliadas al derecho a una vivienda. Libia experimentó durante este período, según algunos avezados analistas, un importante avance en materia social, política y económica, convirtiéndose en uno de los cinco países africanos con mayor ingreso per cápita. Esa es mi opinión, pero seguro que existen otros puntos de vista.

Alix Coicou es médico-psiquiatra.