Menú
Desvariando

Trianeras de honor y gitanas

Que este año se vaya a reconocer en la Velá de Triana el arte de Carmen Montoya y su hija Carmelilla, cantaoras y bailaoras gitanas de fuste, es también una manera de reconocer el papel de las mujeres gitanas en el barrio y en el arte flamenco

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
20 jul 2019 / 17:19 h - Actualizado: 20 jul 2019 / 17:35 h.
"Flamenco","Desvariando","Velá de Triana 2019"
  • Carmen Montoya Fernández, de la saga flamenca de los Montoya. Foto: Javier Fernández Maeso (Triana Digital).
    Carmen Montoya Fernández, de la saga flamenca de los Montoya. Foto: Javier Fernández Maeso (Triana Digital).

Triana no se puede entender sin los gitanos y las gitanas. No ya por el flamenco, sino por muchas más cosas. Llegaron hace siglos al arrabal y ya nada fue igual. Pero sería imposible plantearse el arte flamenco sin los gitanos, en Triana, Cádiz, Jerez, el Puerto de Santa María, San Fernando o Granada. En el arrabal sevillano estuvieron todas las castas calés: los Vega, los Fernández, los Bermúdez, los Rodríguez, los García, los Morenos, los Montoyas y otras. Familias cantaoras como los Puyas, los Caganchos, los Pelaos o los Fillos, por lo general, herreros, son imprescindibles a la hora de escribir la historia del arte jondo en Triana, con su Cava Nueva o de los Gitanos, que estuvo en una parte de lo que hoy es Pagés del Corro, con calles, además, que no se pueden obviar, como Evangelista, Febo, Puerto, Pelay Correa o Tulipán. O lugares históricos como el Monte Pirolo, el Puerto Camaronero o El Arquillo, donde Pelaos y Caganchos medían sus martinetes.

En el siglo XIX hubo importantes cantaores y bailaores en Triana, pero también cantaoras y bailaoras. Aunque Ricardo Molina y Antonio Mairena se inventaron lo de la época hermética, lo cierto es que hubo muchos gitanos y gitanas que se buscaron la vida con el arte, unos en fiestas para extranjeros, en el mismo barrio, y otros cruzando el puente para trabajar en festejos particulares, academias o cafés cantantes. A casi todas las celebraciones importantes de Sevilla del XIX, en las que bailaban La Campanera, Manuela Perea o el Maestro Guerrero, eran llevadas unas gitanas de la Cava para “animar la fiesta”, según consta en muchas gacetillas aparecidas en los periódicos de la época. Eso era ya una manera de profesionalismo, lo que desmiente a Molina y a Mairena.

Triana no ha reconocido como debería haberlo hecho el papel de los gitanos en la creación del flamenco. Y el de las gitanas, que no eran solo las mujeres de los cantaores o los bailaores, sino artistas y, en algunos casos, creadoras de estilos, como María la Andonda, La Josefa, La Gómez o La Cuende. Algunas de ellas no eran naturales de Triana, que es el caso de La Andonda y La Josefa, pero vivieron algún tiempo en el arrabal por diversas circunstancias y dejaron allí la esencia de sus estilos. Un siglo después aún se cantan soleares de La Andonda y seguiriyas de La Josefa, lo que prueba la importancia que tuvieron.

Que este año se vaya a reconocer en la Velá de Triana el arte de Carmen Montoya y su hija Carmelilla, cantaoras y bailaoras gitanas de fuste, es también una manera de reconocer el papel de las mujeres gitanas en el barrio y en el arte flamenco. Podríamos hacer medio libro contando los méritos de las dos artistas solo analizando la etapa de la Familia Montoya, un grupo de arte flamenco que supuso una revolución por lo novedoso y la calidad de Antonia la Negra y Juan Montoya, padres de Lole Montoya, y el arte natural y la frescura de Carmen, hermana de Juan, y de Carmelilla, su hija y del bailaor El Morito. Pero además de ser parte de aquel histórico grupo, Carmen y Carmelilla han hecho muchas cosas en solitario y son dos artistas conocidas y reconocidas por la afición.

Carmen es una cantaora festera de una enorme personalidad que ha dado muchas noches de gloria en tablaos sevillanos como El Arenal, de Curro Vélez. Y Carmelilla, que es Premio Nacional de Baile y ha participado en un sinfín de espectáculos, es una de esas bailaoras flamencas que no se pueden catalogar en ninguna corriente que no sea la tradición gitana y su impronta personal. Es una de las bailaoras más personales de España, sin ninguna duda.

Merecido reconocimiento a estas dos grandes artistas trianeras, sevillanas, que además son también dos grandes mujeres, luchadoras y comprometidas con la esencia del arte jondo trianero.