Menú

Turismo de
interior

Image
05 jul 2016 / 21:59 h - Actualizado: 05 jul 2016 / 21:59 h.

He estado de viaje. Llegué a mis pies a primera hora de la mañana y no los encontré fríos, así que pensé que a esa misma hora, la cabeza tampoco estaría muy caliente. Tras comprobar deprisa que la pedicura casera cumple bien con su función fetiche, me desplazo pierna arriba para llegar a media mañana a la cintura (qué pensaban ustedes), donde me agarro fuerte porque hay curvas gracias a un puñado de kilos que serán desahuciados pronto, en cuanto prescinda del todo del fármaco que los provocó. De la cintura salto al brazo izquierdo, mi mejor extremidad, la herramienta con la que hago casi todo, y trepando por él arribo primero a la nuca, suave, señalada con un único lunar estratégico y benigno, y de ahí hago cumbre en el origen de la trenza de raíz, donde a primera hora de la tarde sí se nota cierto calor soterrado. No temo adentrarme en el sinuoso laberinto de la sustancia gris, donde encuentro un único corro agostado por el ácido de la decepción, un parterre bien crecido de buenos sentimientos y ganas de pasarlo bien y una zona recién sembrada de alegría básica, que crece pujante y tierna. Al fondo, un seto áspero, inexpugnable y salvaje gracias al riego pretérito de disparates varios y al fertilizante concentrado de absurdas trampas y conspiraciones. Salgo al exterior de nuevo por el tobogán de la lengua, desde donde observo las líneas de expresión del rostro, que recuperan día a día la serenidad y el gesto un poco adusto, tan característico. Igual mañana me doy una vuelta por el corazón, a ver qué tal anda.