Desvariando

Txetxu Rojo era mi ídolo

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
24 dic 2022 / 09:52 h - Actualizado: 24 dic 2022 / 09:52 h.
"Desvariando"
  • Txetxu Rojo era mi ídolo

De niño, en Palomares del Río se podía ser bético o sevillista, pero yo era muy del Atleti Club de Bilbao. En parte por Rojo, el zurdo de oro, elegante y creativo, que nos dejó ayer. Lo vi jugar muchas veces en el Benito Villamarín con Iríbar, Madariaga o Sáez. O sea, hace siglos ya de eso, cuando Palomares era un vergel donde casi nunca ocurría nada sorprendente. Bueno, a veces pasaban Los Romeros de la Puebla en un lujoso automóvil y el aire olía a marisma, barbos en adobo y dribles de Rogelio. Los partidos del Betis y el Sevilla se escuchaban por la radio en El Portugués, un bar que hizo historia. Aún existe, en manos ahora de uno de sus hijos, Adelino, El Huerto del Portugués, donde se come de maravilla. La de lechugas y tomates con sal que me comí con El Guerreiro, otro hijo de El Portugués. Cuando el Real Betis recibía la visita del Bilbao, con Rojo ya en sus filas, siempre escuchaba el partido en aquel bar-tienda, porque el histórico locutor Juan Tribuna hablaba maravillas del espigado extremo izquierdo, con un toque de balón solo comparable al de Rogelio Sosa Ramírez, el coriano de la pierna de caoba. Rojo corría la banda y cuando centraba, el balón se quedaba como parado en el aire, como un halcón cuando divisa una presa. Iba a verlo al campo como el que iba a ver a Dios a las nubes. Quería ser como Rojo, uno de los jugadores con más clase de la historia del fútbol español. Era un genio cuando aún el fútbol de nuestro país era de fuerza, de raza, más que de finura. Había pocos jugadores con su clase, quizás Gárate, otro de mis ídolos. Conservo en la memoria muchos goles de Rojo, aunque no era lo que llamamos un goleador nato, sino un pasador, un futbolista que corría con el balón como un gamo y que levantaba la cabeza para mandarlo a muchos metros con una precisión nada común en aquellos años. Jugó dieciocho veces con la Selección Española, aunque la camiseta que le caía que ni pintada era la rojiblanca. Jamás me imaginé al fino jugador vasco en el Madrid o el Barcelona, como nunca vi posible que jugara en alguno de estos grandes clubes un artista como Rogelio. Rojo era el clásico jugador de club enamorado de los colores de su equipo, como Argoita, Uriarte o Clemente. Será difícil olvidar a aquel rayo vasco que ya duerme el sueño eterno.