Me miré tanto al espejo,
que acabé por descubrir
la malaleche del tiempo.
Lo malo de hacer balance cuando llega diciembre es que casi no recuerdo nada de lo hecho a lo largo del año, sobre todo lo de los primeros meses. He escrito unos quinientos artículos y tendría que releerlos todos para recordar lo que ha sido mi vida en este año. Me preocupa más lo que vaya a ser de mí el año que llega esta noche, que lo que ya es historia: un año, el que muere esta noche, para olvidar. Han muerto una enorme cantidad de amigos, conocidos y artistas a los que amaba. El problema de cumplir años es que vamos demasiado al cementerio o el tanatorio. Da miedo encender el móvil por la mañana o conectarse a internet, porque es un chorro diario de vida que se va, de personas sin las que no seríamos lo que somos cada uno de nosotros. Un día visité a Juan Valderrama en su casa de Espartinas y lo encontré muy triste. Habría llorado, porque sus ojos parecían dos puñaladas en un tomate. “Se han muerto casi todos los amigos de la agenda de teléfonos, Manué”, me dijo. Tuve que darle un abrazo, porque estaba abatido. Ayer mismo me puse a ordenar cajones y apareció una agenda de teléfonos de hace más de cuarenta años en la que había decenas de números tachados. Entre otros, los de Antonio Mairena, Paco Cabrera de la Aurora, Farruco, Luis Caballero, Félix Grande, Miguel Vargas, Miguel Acal, Morente y Lebrijano. Casi no queda nadie vivo en esa vieja agenda de finales de los setenta. Después de esta tragedia, ¿qué derecho tengo a decir que este año ha sido muy duro? Ningún derecho. Así que esta noche encenderé la chimenea, meteré algo en el horno, les daré ración doble de caparazones de pollo a mis perros y de pienso a mis gatos, y me tomaré las uvas, algo que no hago normalmente en Nochevieja. Es por lo que me da. Lo mismo no cumplo con esa vieja tradición, que me zampo dos kilos de uvas el día antes de Nochevieja. Es una manera de rebelarse contra lo impuesto.No hay balance sin recuerdos y estos son el mejor balance del tiempo. Estaría bien borrar los amargos, pero son como las arrugas: cada una de ellas es una herida de guerra, de la vida, o la evidencia de haber sonreído alguna vez.
Una goma de borrar
para borrar los recuerdos.
Las caricias y los besos
ya no le sirven de nada
a un corazón medio muerto.
Qué más da un año más o un año menos. Feliz Nochevieja y un próspero 2023. Que Dios nos coja confesados.