Ojana in Excelsis

Un hogar llamado Mikasa

Los niños de hoy en día no han sufrido un balonazo con este balón. Están acostumbrados a los cuentos con final feliz y a los que botan más que una pelota de Nivea

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Juanmi Vega @Juanmivegar
10 may 2020 / 06:00 h - Actualizado: 10 may 2020 / 06:00 h.
"Ojana in Excelsis"
  • Balón Mikasa vendido en Todocolección.net
    Balón Mikasa vendido en Todocolección.net

Muchos jóvenes no saben lo que es un Mikasa. Quizás piensen que es lo que repetía una y otra vez ese pequeño extraterrestre que robó el corazón a una generación. Otros, los que peleaban en el albero, sí lo han sufrido.

Salir a la calle después de más de 40 días confinado en casa te permite ver la ciudad de otra forma. Los colores del cielo, los monumentos, los adoquines, los rótulos e incluso los descampados que antes eran campos de fútbol.

Hace un par de días pasé por la iglesia de Los Gitanos dirección a la calle Sol. En la calle Cristo de las Cinco llagas, que ahora es un parking, se encontraba el campo de fútbol del Valle.

Nunca hubo césped artificial. Ni falta que le hizo. Tampoco había que pagar, sólo bastaba con escalar una valla, lo que suponía un serio problema si te lesionabas en mitad del partido. Todavía recuerdo cómo ayudamos a un amigo que se dobló el tobillo en mitad de la contienda.

En el momento en el que pasé por allí recibí un pelotazo de añoranza. Igual de fuerte que el que te producía un Mikasa cuando te daba, en pleno invierno, en la parte interior del muslo. O cuando rematabas de cabeza con él.

Un hogar llamado Mikasa
Estado actual del antiguo campo de fútbol del Valle

Estos son dolores que, los niños de hoy en día, no han sufrido. Están acostumbrados a los cuentos con final feliz y a los balones que botan más que una pelota de Nivea.

Cualquier tiempo pasado fue mejor, pero eso es mentira, dijo un día el añorado Valentín García. Y tendrá razón, pero creo que sí hubo tiempos pasados que eran mejores que los de ahora.

Hubo un tiempo pasado en el que dos piedras y dos chalecos hacían de porterías improvisadas. El travesaño imaginario tenía la altura del salto del portero.

Hubo un tiempo pasado en el que el dueño del balón tenía el poder absoluto. Fue el primer contacto que muchos tuvimos con el capitalismo, donde manda el que tiene el dinero. En este caso el esférico

Se ha pasado de reventarse las piernas y clavarse piedras en las rodillas a quemarnos los muslos por el roce del césped artificial. Lo peor no era el daño de una caída en la tierra, lo peor era como jugases con ese pantalón largo que te habían comprado tus padres 4 día antes y lo tenías agujereado. La bronca que te esperaba en casa era menuda.

Era una época en la que muchos se saltaban las últimas clases del curso para irse a jugar al fútbol en el campo del Valle, en lugar de estar sentado en un parque haciendo manualidades con papel de liar.

En los albores del 2000 todavía se producía una cosa que hoy sería prácticamente impensable. En los Salesianos de la Trinidad, los sábados a las 8 de la mañana, se reunían decenas de jóvenes para participar en las convivencias del club juvenil El Candil.

Todos los sábados, a las 8 de la mañana, nos reunían en la sala de audiovisuales para darnos los buenos días y rezar un padrenuestro. Una vez allí, empezaban los torneos de fútbol, manualidades, baloncesto, ping pong y hasta una Play Station.

Ese horario obligaba a acostarte pronto el viernes y no hacer nada fuera de lo normal si querías jugar bien en la liga.

El Candil quitó más botellonas que las multas que pone el Ayuntamiento.

Cuando recuerdo esa época siento mucha pena de los que no han podido vivirla y me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. No lo ves venir, al igual que pasaba con el Mikasa cuando te impactaba en el muslo. Tempus fugit.