La Tostá

Un marinero de la Alameda

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
25 nov 2019 / 08:41 h - Actualizado: 25 nov 2019 / 08:45 h.
"Flamenco","La Tostá"
  • José el de la Tomasa. / El Correo
    José el de la Tomasa. / El Correo

ExpoFlamenco publicó anoche una estupenda y extensa entrevista del maestro del cante sevillano José el de la Tomasa, realizada por Quico Pérez-Ventana, en la que se queja de lo poco reconocido que está en general, pero sobre todo en Sevilla, donde nació en 1951. Creo que no lo sabe, pero vino al mundo en la misma calle donde vivieron Tomás Pavón y su compañera, Reyes Bermúdez Camacho, cuando eran muy jóvenes. En la calle Ciegos, donde vivieron otros artistas de postín. José el de la Tomasa, el hijo de Pies de Plomo y la Tomasa, se quejaba ya cuando empezaba, en los setenta, y de lo mismo: la falta de festivales. Es verdad que no tenía tantos contratos como Camarón, Lebrijano o Menese, porque nunca fue un cantaor de mucho tirón en los festivales. Él era entonces un artista para una minoría selecta de cabales, y lo sigue siendo.

Antonio Mairena me dijo un día que era uno de los candidatos a sucederle en el trono del cante gitano-andaluz, a pesar de que había grandes figuras que seguían su escuela, como eran su propio hermano o los ya citados Lebrijano y Menese. Pero Antonio Cruz García vio en él al heredero de uno de sus maestros de referencia, Manuel Torres, tío abuelo de José. No sé qué diría Mairena de él si viviera, escasamente reconocido y dando clases en una fundación-escuela. Seguramente pensaría que había arriesgado poco o, por el contrario, que había elegido el camino de luchar para salvaguardar el legado de los clásicos, que al fin y al cabo es lo que hizo Mairena, aunque con más apoyo del que tiene hoy el maestro Tomasa.

Como hemos dicho en reiteradas ocasiones, Sevilla se está quedando sin maestros del cante, sin referencias, porque se han ido casi todos en dos o tres décadas. José Georgio Soto, el Tomasa, es el que queda con cierto peso y prestigio. A lo mejor es que no ha sabido crear el tomasismo, como Mairena creó el mairenismo o Marchena el marchenismo. En aquellos tiempos, los cincuenta y los sesenta, existían aficionados con poderío que encumbraban a los maestros y las maestras del cante. Hoy no es así, sino al contrario: si hay un maestro, se acaba con él. Y no es que esté denunciando una maniobra para acabar con el niño de la Tomasa, que no es eso. Pero mosquea tela.

Lo bueno del maestro Tomasa es que tiene todavía voz para poner un puesto en la Alameda de Hércules, y que de la cabeza está mejor que nunca. Tiene además una predisposición siempre a la guasa, al buen humor, y su gracia es incomparable. Un día le preguntaron en Radio Sevilla que si se consideraba un cantaor frío, porque tenía fama de ello, y contestó: “Sí, es que yo soy de Pescanova”. Por tanto, el maestro no tendría que tener ni un día libre sino cantar todos los días, hablar en los colegios y recibir homenajes una vez al mes. En cualquier otro género musical estaría considerado como un gran artista, al nivel de un gran político o un compositor. Pero Sevilla es una ciudad algo distraída.

Este marinero de la Alameda, bético insobornable, pescador de lubinas y sueños, es lo que nos queda del cante jondo de verdad. Y el día que se vaya, se acabó lo que se daba.