Un niño no debe morir

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01 sep 2019 / 08:00 h - Actualizado: 31 ago 2019 / 10:58 h.
"Los medios y los días"
  • Luis Enrique cuando era entrenador de la selección española durante la rueda de prensa. / Efe
    Luis Enrique cuando era entrenador de la selección española durante la rueda de prensa. / Efe

Estamos aún conmocionados con la muerte a los 9 años de la hija de Luis Enrique, afirman los medios. Por supuesto, porque un niño no debe morir nunca, representa la continuación de la especie y para los padres, además, la continuación en el tiempo de ellos mismos cuando ya no estén. Por desgracia, como, por mi edad, estoy rodeado de muertos y enfermos, me ha tocado ir a funerales de hijos, no de padres, e incluso de nietos de amigos del alma, y también de alumnos que estuvieron sentados en las aulas universitarias en las que doy clases, frente a mí. Un profesor es padre doblemente: de sus hijos biológicos y de sus hijos académicos, en la universidad puedes estar un año o dos teniendo a un joven por alumno y luego cuatro o cinco años trabajando muy cerca de ti, a tu lado, con la tesis doctoral que le estás dirigiendo. Puedes ir a sus fiestas de estudiante, a su acto de graduación, a su boda y al bautizo de su hijo. Y puedes verlo morir antes de que su hijito crezca. A mí me ha ocurrido ya.

Lo de Luis Enrique y lo de todas las personas que les suceda lo mismo tiene que ser terrible, más que terrible, inenarrable. No es sólo la muerte, es asistir día a día a un proceso cuyo final inevitable se sabe y por mucho que te prepares para afrontarlo nunca se está listo para que ocurra. Los creyentes dicen: “ha sido voluntad de Dios”. Cuando yo era pequeño se rezaba en ésta y en otras muchas ocasiones: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea su santo nombre”. Son maniobras de defensa psicológica de quienes lo dicen, supongo que con la boca pequeña, por regla general. Dios es tan necesario para los seres humanos que siempre sale victorioso de cualquier conflicto. Si ocurre una alegría, es “gracias a Dios”, si una desgracia, “ha sido voluntad de Dios, Él sabrá por qué lo ha hecho”.

Algunos filósofos y científicos afirman que para 2066, aproximadamente, el humano será a-mortal, es decir, sin muerte, porque todas las enfermedades habrán sido vencidas. Yo no sería tan osado, creo que hay bastante de ciencia ficción en este anuncio. A-mortal no significa inmortal, puesto que no se morirá uno por enfermedad pero sí por otras muchas circunstancias. Es el niño quien debería ser el primero en beneficiarse de esa supuesta a-mortalidad, pero, cuando llegue, serán los muy adinerados y sus hijos los que accederán a ella a pesar de que la ciencia la pagamos todos, pero el humano es como es. Igual que algunos se están reservando un viaje a la Luna, los de su mismo potencial serán quienes se beneficien en primer lugar de los avances científicos de ese tipo, se supone que tienen privilegios porque son los que crean riqueza y tienen más que perder.

Sin embargo, la a-mortalidad es ficción, por ahora, lo que sabemos es que una niña de 9 años ha muerto a causa de ese mal que por mucho que nos animen sigue acabando con nosotros porque las células enloquecen y llegan al extremo y sinsentido de destruir el lugar gracias al cual viven. Mientras más pequeño eres más rápidamente se reproducen las células y en poco tiempo terminan con una vida que estaba comenzando. Entonces todos llevamos a cabo una reacción de empatía y pensamos en nuestras propias hijas o nietas o sobrinas y nos brota un enorme dolor anímico ante la presencia del asesino. El dolor que tiene dentro la famosa frase que Clint Eastwood pronuncia en su película Sin perdón: “Cuando matas a alguien le quitas todo lo que es y todo lo que pudiera ser”.

A quien muere, pero también a sus padres y familiares más cercanos.