Los medios y los días

Un partido andalucista

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25 ago 2019 / 07:30 h - Actualizado: 25 ago 2019 / 07:30 h.
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Que un servidor haya tratado de colocar la figura de Blas Infante a la altura de su escasa importancia histórica, en su época, no significa que rechace la relevancia que ha ido adquiriendo con el tiempo esta personalidad del pensamiento solidario. Además, admiro a las minorías con valor y Blas Infante las representa. Por otra parte, nunca lo he dicho por escrito, pero el único libro que existe sobre una aproximación a la vida y obra del último superviviente de la Junta Liberalista, Emilio Lemos Ortega, lo publiqué yo en 1991 (Editorial Alfar), el mismo año de su muerte. Gracias a ese libro se recuerda su memoria y se le concedió la Medalla de Andalucía a título póstumo, a pesar de que ni una lápida recordatoria nos informa sobre el lugar donde murió, en Sevilla, ni donde nació, en Constantina.

Este preámbulo es para justificar mi idea de la falta que hace en estos momentos un partido andalucista fuerte y cohesionado y un grupo parlamentario andalucista en Madrid. Con este mercadeo de votos que se traen en la capital del reino habríamos sacado partido y no para dividir ni crispar a la sociedad sino para construir ya que el andalucismo nunca fue excluyente, todo lo contrario, Infante siempre rechazó el independentismo catalán, por ejemplo. Supongo que PP, PSOE y Ciudadanos se hubieran acercado a nosotros para cualquier investidura, nosotros no les hubiéramos exigido independencia, pero sí garantías para que el estatuto de autonomía sea respetado íntegramente sobre todo en lo que a financiación se refiere.

A mí no me gusta el nacionalismo, pero para que el estado español dependa de anacrónicos e intolerantes independentistas de aquí y de allá, mejor que tuviera cerca al andalucismo solidario de “Andalucía por sí, España y la Humanidad”. Cuando existía el Partido Andalucista (PA) –antes Partido Socialista de Andalucía, antes Alianza Socialista de Andalucía, no confundir con el PSOE de Andalucía, lo digo para los jóvenes- ya tuvimos ocasión de asistir a importantes servicios a la nación española, como el desbloqueo que el entonces diputado en Las Cortes, Alejandro Rojas-Marcos, pactó con el presidente Adolfo Suárez tras el referéndum del 28F de 1980, algo que fue utilizado cicateramente por el PSOE que se ha ido comiendo a todas las izquierdas en Andalucía, mejor para él, peor para Andalucía. El PA llegó a poseer en Madrid hasta cinco diputados, elegidos en las elecciones generales de 1979. Luego se fue disolviendo en luchas internas y en 2015 anunció su desaparición.

Sin embargo, el PA contó además con una extensa nómina de simpatizantes e intelectuales, creadores y estudiosos de primera línea: Juan Antonio Lacomba, José María de los Santos, José Luis Ortiz de Lanzagorta, Enrique Iniesta, Manuel Prados, Manuel Ruiz Romero, José Luis Ortiz Nuevo, Rosa Díaz, José Luis Núñez, José Calvo Poyato y un largo etcétera, los cuales, junto a políticos como el mentado Rojas-Marcos más Luis Uruñuela –primer alcalde democrático de Sevilla en 1979-, Antonio Ortega, Miguel Ángel Arredonda, Diego de los Santos, Fernando Álvarez Ossorio, Juan Ortega, Pedro Pacheco, José Núñez, Pilar González..., colocaron muy alto el nombre de Andalucía, para lo bueno y para lo menos bueno.

Vista y comprobada la dependencia que los partidos constitucionalistas mantienen y a veces sufren en relación con Madrid, echo ahora la vista atrás y recuerdo el significado y la utilidad que el andalucismo histórico y abierto de mente hubiera tenido en estos instantes tan confusos y peligrosos en que se encuentra España.